Es preocupante, cuando uno leía las carteleras con la programación que publicó el Festival de Teatro, ver cómo casi nunca, con poquísimas excepciones, aparecía el anuncio de que la boletería estaba agotada.
En los viejos festivales de Fanny Mikey, lo difícil era conseguir boletas para algún espectáculo, y eso no es de sorprender pues fueron los tiempos en que venían el Berliner Ensamble, el Piccolo Teatro de Milán, la Royal Shakespeare Company, y grupos similares de fama mundial, a mostrar obras de autores reconocidos desde Brecht al mismo Shakespeare, pasando por Goldoni. Es claro entonces que el público ha comenzado a alejarse del Festival y eso solamente puede atribuirse a errores básicos de programación, en especial el énfasis en obras para director, con preferencia por las experimentales y muy poca representación del repertorio del gran teatro universal. Se ha traído de nuevo a compañías que presentaron en el pasado propuestas novedosas e interesantes, pero que en sus nuevas presentaciones repiten las mismas fórmulas.
Es evidente que se trata de seguir los pasos de Fanny Mikey, pero ella era una persona con profundo conocimiento del teatro y tenía un criterio que le permitía seleccionar sin repetir, por eso lo inolvidable de esos festivales de ayer. Hoy día, aparentemente, se contrata lo que hay disponible, sin que uno vea el criterio que se ha usado, y eso a la larga hace que sea un festival no para el gran público sino para especialistas. Eso indica que hay que reconsiderar la organización del Festival en el sentido de crear un comité artístico que seleccione con un criterio diferente, donde lo importante no sea el experimento sino el teatro.
Además, sería bueno pensar en que, si se traen grupos de todo el mundo, muestren el teatro de su respectiva nacionalidad. Para dar un ejemplo, es absurdo que si Brasil es invitado especial, una de las obras centrales sea la de un noruego, dirigida por un eminente director de Estados Unidos y, con excepción de una adaptación del gran Nelson Rodrigues, no se haya mostrado nada de los dramaturgos importantes de Brasil.
El Festival es un evento cultural muy importante para que no conserve la altura a la que nos había acostumbrado en el pasado Fanny. Es entonces hora de reconsiderar cómo se quiere que se desarrolle en el futuro. Lo cierto es que hace falta un criterio teatral mejor, donde se quite el énfasis a los experimentos (que desde luego deben ser presentados, pero no en los porcentajes abrumadores de la última programación) para que el Festival vuelva al brillo de antaño.
