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Hace unos años ganó el Óscar la película “El artista”. Esta está, para efectos prácticos, olvidada hoy día y uno debe atribuir el premio más a cuestiones de nostalgia romántica que a la calidad de la cinta. Era una película en blanco y negro, hecha dentro de las tradiciones del cine mudo, es decir, que como nadie hablaba en ella, los diálogos aparecían en letreros intercalados. Es claro que quienes votaron por este filme olvidaron las grandes realizaciones que se hicieron en la época del cine mudo, en comparación con las cuales “El artista” era una película agradable y hasta amena, pero que en tiempos del cine mudo difícilmente hubiera pasado de la categoría de una cinta más entre tantas que se hacían. Esto confirma una vez más que, en últimas, estos premios no tienen mayor significado ni trascendencia artística.
Pero lo que es interesante es que el público haya aceptado esta película, que seguía las ideas de Mel Brooks, quien hizo hace casi 30 años un filme donde el único que hablaba, irónicamente, era el mimo Marcel Marceau. Cuando el cine mudo abrió el paso al sonoro hubo muchos grandes artistas, como Chaplin y René Clair, que consideraron que el agregar sonido al arte cinematográfico quitaba la esencia misma del cine, que era básicamente un arte visual. Hubo películas que demostraron esto, como la extraordinaria El último hombre, de Murnau, que lograba el milagro de desarrollar un argumento profundo sin uno solo de los letreros acostumbrados. Pero el sonido era un agregado demasiado importante y el público dejó de admirar las grandes cintas mudas del pasado, igual que hoy día hacen muchos jóvenes que dicen que no pueden ver una película si no es en colores, como si el color agregara algo al valor artístico del filme. Para quienes amamos el cine clásico, estas aberraciones tienen un toque de ridículo, pero el efecto final es que muchas de las grandes creaciones cinematográficas del pasado son ignoradas y hasta olvidadas por quienes no forman parte de ese círculo de fanáticos.
La conclusión de lo anterior, entonces, es que aunque el Óscar a “El artista” fue algo ingenuo, pudo tener la virtud de lograr que se creara un nuevo público convencido de que el cine clásico, en blanco y negro, y hasta mudo, tiene muchos atractivos y se comience a gozar nuevamente de muchas de estas obras maestras del cine, injustamente dejadas de lado, ya que incluso los canales de streaming las ignoran en su inmensa mayoría.
