En estos días se ha hablado mucho de censuras, las cuales con toda razón han sido criticadas, y por eso no sobra recordar algunos episodios de censura que vivimos aquí. Entre ellas recuerdo cuando formé parte de la televisión, en sus primera épocas, bajo el gobierno de Gustavo Rojas Pinilla, que en la que era en ese entonces la Televisora Nacional, que era una dependencia directa de la presidencia, había un censor. Se trataba de una censura moral en la cual un acucioso funcionario buscaba que nada sobrepasara límites. Esos límites eran bastante curiosos. Por ejemplo, el censor obligaba que no se pudiera mencionar la palabra “beso” que siempre debía reemplazarse por “ósculo”. El alto de los escotes de actrices y cantantes era cuidadosamente regulado, para que no se mostrara demasiado de la región pectoral de la artista. Una vez una cantante brasileña, ante la exigencia del censor lo que hizo fue protestar furiosa y se bajó toda la ropa mostrando todo lo que había para mostrar.
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También recuerdo la censura de prensa en varios gobiernos, que era caprichosa, con censor a bordo que muchas veces retrasaba por horas el cierre del periódico mientras él revisaba todo el contenido para evitar que se publicara algo con visos políticos anti gubernamentales. Algunos redactores se divertían escribiendo panfletos apócrifos que desde luego el censor escandalizado no dejaba pasar. Yo fui una vez víctima de los caprichos censoriales para ponerle un nombre cuando comenté un concierto donde el pianista tocó el Estudio Revolucionario de Chopin y el censor vetó mi artículo ya que era peligros que se publicara nada con el nombre de revolución.
Todas las censuras anteriores eran pasajera, pero unas que duraron por mucho tiempo fueron las censura del cine. Estas censuras impuestas por una serie de pseudo moralistas, que veían mal en todo no solo vetaban películas, sino muchas veces escenas completas. Eso recuerda lo que hacía el cura pueblerino en la cinta Cinema Paradis, cuando hacía cortar toda escena que incluyera un beso (o ósculo para darle gusto al censor de TV). Esos censores creían que dejar pasar películas que ellos consideraban inmorales contribuiría a la decadencia espiritual de los colombianos y por eso prohibían cantidad de filmes importantes. Por ejemplo una de las cintas que nunca se pudo ver aquí fue El cuervo de Clouzot porque según ellos inspiraría la creación similar de chismes en el país. La censura se acabó cuando prohibieron La gran comilona, película que mostraba a un grupo de personas desilusionadas de la vida que decidían suicidarse atragantándose de toda la comida que pudieran ingerir. La cinta se mostró en una función privada y fueron tantas las protestas de quienes la vieron y no encontraron nada inmoral en ella, que se decidió que en realidad no había porque decirle a gente madura lo que podían ver o no y nunca más hubo censura de cine en el país.