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La Cámara Colombiana del Libro, que preside Moisés Melo, ha lanzado una laudable campaña navideña para inducir a la gente a que regale libros.
Ojalá que esta iniciativa funcione, ya que regalar un libro es dar la posibilidad de placer, de diversión, de instrucción y todo lo demás que los éstos representan. Es una campaña que no se debería limitar a los meses de diciembre, sino que se prolongara por todo el año, porque la gente debe ser recordada de las bondades de los libros. Que lo hacen muchos, lo demuestra la asistencia masiva a la feria anual del libro en Bogotá (que será pasada el año entrante al mes de agosto en lugar del tradicional mayo), pero no sobra que se ponga el necesario énfasis para toda la población.
Claro que esta campaña lo que logra es que editores y libreros muevan su mercancía, pero uno diría que es necesaria complementarla con otra, tal vez más importante, que recuerde a la gente que debe leer libros. El gran problema que hay es que con la competencia del cine, de la televisión, de los juegos digitales y tanta otra distracción que tienen en nuestros tiempos jóvenes y adultos, la lectura de libros, que en últimas requiere una participación activa en lugar de la pasiva que permiten los otros medios, no parece ser una prioridad. Ni en los colegios fomentan el amor a los libros y a la lectura, ni los jóvenes tienen aliciente y oportunidad para darse cuenta del placer que se deriva de leer un buen libro. De hecho, la manera como algunos profesores obligan a leer obras que muchas veces los niños no entienden, lo que hace es alejar a los niños de la lectura, ya que acaban odiándola. Esa es la situación que habría que corregir y que se prestaría para una actividad que haría que no sólo se regalaran libros, sino que los libros que se regalen se lean, que es lo importante.
Lo bueno es que, contra lo que se cree, la cosa no es tan difícil: quienes hemos aprendido a amar los libros y la lectura sabemos lo placentera e incomparable que es esa actividad, de modo que de lo que se trataría sería de buscar fomentar el gusto por la lectura desde la primera infancia, con textos y libros entretenidos y cuya lectura no se identifique con una odiosa tarea. Una vez hecho el paso inicial, los demás vienen solos. Quienes han aprendido que leer es un placer, seguirán leyendo por el resto de sus vidas. Y quizás en ese momento sobrarían las campañas publicitarias para que se regalen libros...
