Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En la linda canción popular de Roberto Cantoral El reloj, le piden a este artefacto que no marque las horas, y aunque la razón parece muy poderosa (el autor dice que va a enloquecer porque la amada se va cuando amanezca) lo cierto es que si se mira desde el punto de vista lógico, un reloj que no indique el tiempo no sirve para mayor cosa.
Pero lo mismo pasa con tanta obra maestra del ingenio de los relojeros que incluyen cosas como las fases de la luna, conocimiento que ciertamente no necesita la mayor parte de los dueños de relojes, que para eso pueden mirar un almanaque. Yo mismo soy heredero de un reloj tan fino, todo de oro y de marca prestigiosa, pero que es tan costoso que me da miedo usarlo y me contento con un modesto reloj de serie, mientras que la finísima pieza de relojería está guardada con todas las seguridades.
Todo lo anterior a propósito de una graciosa nota de un crítico inglés sobre la llamada Sinfonía del reloj, obra maestra de Haydn, donde el segundo movimiento incluye un ritmo que recuerda el tictac de los relojes. Resulta que el hombre se puso a analizar el tiempo de la sinfonía y llegó a la conclusión de que si Haydn usara su sinfonía para cumplir citas, necesariamente estaría siempre adelantado por que en las versiones promedio de la obra, el ritmo hace que en un minuto haya entre 75 y 80 segundos. Por otra parte, dice el crítico, si el movimiento se tocara a ritmo de reloj, este sería tan excesivamente lento que resultaría tedioso, si es que puede ser aburrida una creación de Haydn, uno de los más grandes músicos de la historia.
Ya puestos a pensar en relojes que se incluyen en obras musicales, recordé un misterio que hay en la ópera Don Juan, de Mozart, donde el libreto en la escena del cementerio pone al protagonista a mirar el reloj (así figura exactamente en el texto) para decir que todavía no son las dos de la mañana. El misterio es qué clase de reloj puede mirar el seductor caballero. Obviamente no es reloj de pulsera, que no fue inventado sino a principios del siglo XX, ni siquiera reloj de bolsillo, que no existía en las épocas en que transcurre la ópera. Es posible que cerca haya una iglesia con reloj en su torre, pero eso no es claramente definido.
En la inmensa opera de Mussorgsky, Boris Godunov, hay una escena del reloj donde éste acompaña el soliloquio del atormentado zar. Igualmente, en muchas óperas (y El trovador es un ejemplo) suenan campanas de relojes, en especial en El progreso del libertino, de Stravinsky, donde en el momento en que se oyen se crea un suspenso que ya quisiera Hitchcock. Hay muchas obras musicales que incluyen relojes en una forma u otra y es curioso que, aparte del artículo mencionado, no haya habido un estudio a fondo sobre los relojes en la música. Ahí hay un tema para musicólogos curiosos.
