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Hubo recientemente una reunión de empresarios, productores de discos, artistas y hasta técnicos en instrumentos para analizar el futuro de la música en Colombia.
Entre quienes convocaron estaban el Ministerio de Cultura, importantes entidades oficiales y no oficiales y otras instituciones lógicamente preocupadas por el futuro de la música en el país y entre las conclusiones que hubo, algunas fueron menos pesimistas de lo que se acostumbra, al decir que el negocio de la música no se estaba acabando sino que estaba cambiando de rumbo y además hubo el ofrecimiento de buscar una ley del espectáculo, que permitiría a todos los interesados en ver grupos de cobros millonarios pagar menos impuestos para que el espectáculo fuera más barato. (No vi por ninguna parte que alguien propusiera que esos grupos cobraran menos, pero como allí estaba la oferta y la demanda, hay que suponer que si a esos se les hace esa propuesta, se irían con sus guitarras eléctricas a otras latitudes).
Leí y releí todas las conclusiones y ponencias (es claro que no fui invitado y que la masiva concurrencia hubiera impedido de todas formas asistir a una reunión donde muchos quedaron por fuera) y a pesar de la presencia del Ministerio de Cultura y de las tantas importantes entidades mencionadas, no encontré por parte alguna mención a fomentar clases de música en los colegios.
Tampoco se mencionó a los compositores colombianos de lo que se llama música clásica por darle un nombre, poco adecuado desde luego. Una vez más esos pobres artistas quedaron olvidados, con el resultado de que ese tipo de música sigue su sendero cuesta abajo, ya que esas grandes épocas en que Colombia dio músicos como Uribe Holguín, como Roberto Pineda, como González Zuleta, como Atehortúa, como Pinzón y tantos otros, parecen haber pasado y a muy pocos parece importarle. Pero no hay que olvidar que cuando esos melenudos que cobran millones no sea sino un recuerdo, serán los compositores clásicos los que saquen la cara por la cultura musical del país y es triste que entidades que se supone deben fomentar la cultura los olviden.
Las orquestas tocan cada vez menos obras colombianas, los concursos que en una época existieron han desaparecido y el iluso que quiera dedicarse a la creación de buena música posiblemente tendrá que seguir la tradición de otrora, de morirse de hambre. Lo peor de todo es que se siguen haciendo esos congresos sobre el futuro de la música colombiana con la circunstancia irónica de que olvidan que aparte de los espectáculos, hay otra música y esa también merece una mención y una propuesta para su fomento en esa clase de reuniones.
