Pocos conciertos en la capital han tenido la importancia del que ofreció en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo el cuarteto de saxofones Proyecto Sigma. Esta es una meritoria agrupación vasca que tiene entre sus metas la difusión y creación de música contemporánea. Por su parte, el Teatro ha ido más allá de la simple presentación de espectáculos artísticos y, para conmemorar sus quince años, ha comisionado a tres compositores colombianos de las nuevas generaciones obras para ser interpretadas por Sigma y ellas se estrenaron en el concierto aludido. Esto de fomentar la creatividad nacional es lo que hace de esta una presentación no solo importante sino, me atrevería a decir, básica para el desarrollo musical de nuestras tierras. Que sepa, solo el Banco de la República ha realizado labor semejante de patrocinio tan elogiable como la del Santo Domingo.
Las obras estrenadas incluyeron Pidiendo agua, trayendo leña, de Rodolfo Acosta, donde son claras las inspiraciones electrónicas del músico; Cánticos del azar, de Carolina Noguera, donde según la misma creadora nos informó, hay influencias astronómicas; y, finalmente, Cuatro artificios, de Juan Antonio Cuellar, basada en modelos neoclásicos, pero en lenguaje moderno de gran claridad. Es bueno destacar como todos los tres han asimilado formas individuales de expresión de nuestros tiempos y que ya ha pasado ese tiempo cuando los músicos se dedicaban simplemente a imitar.
Pero lo principal del concierto fue la manera como la creatividad colombiana fue ayudada y patrocinada, y esto hace de la presentación del Proyecto Sigma algo que será recordado por largo tiempo en los anales musicales del país, ya que demuestra que cuando hay patrocinio hay creación.