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El mundo de la música recibe continuamente la noticia de descubrimientos de obras perdidas de compositores importantes, que acaban siendo o desilusiones o falsas.
Por ejemplo, a cada rato se habla de una nueva sinfonía de Beethoven, como lo que pasó con la apodada Jena que resultó siendo de un músico que ni siquiera era amigo de Beethoven, o la presunta Décima Sinfonía, que fue un pastiche de un compositor de nuestros días. Muchos creyeron con el llamado Concierto Adelaida de Mozart que era auténtico, y con sólo oírlo se sabía que no era sino algo menor, indigno del genio mozartiano y que acabó siendo de un artista llamado Casadesus. Hubo otro caso de alguien que afirmó haber descubierto los movimientos que faltaban de la Inconclusa de Schubert. Esos ejemplos se multiplican y casi siempre acaban en desilusión.
Lo mismo acaba de pasar con el redescubrimiento de una obra perdida de Claudio Monteverdi, su ópera Ariadna, de la cual sólo se conoce el inmortal Lamento. Esa obra fue escrita para el matrimonio de Francisco Gonzaga, hijo mayor del duque de Mantua (sí, el mismo nombre del que figura en Rigoletto), con la hija del duque de Savoya, y fue un triunfo único en los anales de ese género que en esa época era joven, ya que la primera ópera se había representado apenas un decenio antes. Todos consideraron que era algo maestro, que hizo llorar a quien la oyó, pero que después del estreno, y a pesar de que se representó en otros lugares, simplemente desapareció, con sólo el mencionado Lamento como prueba de lo inmensa que debía haber sido esa obra.
Esta fue una de las grandes pérdidas del mundo de la música. Sin embargo, hace un tiempo un investigador afirmó haber descubierto en los archivos de un convento checo la partitura de Ariadna, en una de las numerosas copias que se hicieron, y comenzó a preparar una edición para un posible reestreno después de tantos siglos. La noticia fue recibida con alborozo, pero lo cierto es que ella ha resultado ser tan falsa como las otras mencionadas. Después de haber trabajado en la edición por varios años, el mismo investigador anunció la semana pasada que en el mismo convento, donde aparentemente no había buscado con cuidado, había aparecido un catálogo en que atribuían desde el siglo XVI esa Ariadna a Jomelli, otro músico bastante menor. Eso quiere decir que la esperanza del redescubrimiento de una de las obras perdidas más importantes del mundo de la música sigue en pie, pero que esta vez no sucedió. Habrá que seguir teniendo la esperanza, porque si alguna vez se encuentra nuevamente la Ariadna de Monteverdi, estaremos posiblemente ante una de las grandes obras maestras de la música.
