Un recital memorable

La presentación en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo del violinista Maxim Vengérov, acompañado por la excelente pianista Polina Ossetinskaya puede catalogarse como uno de los grandes acontecimientos artísticos del año. Este memorable recital por quien indiscutiblemente está en la cima entre los grandes violinistas de nuestra época mostró a un instrumentista en la cúspide sus poderes artísticos, ya que Vengérov une a un virtuosismo impresionante una musicalidad a toda prueba, o sea que sus inmensas capacidades técnicas están al servicio de la música como debe ser.

El programa del recital incluyó un repertorio que no se podría clasificar como ortodoxo. Después de un homenaje a la mujer con las Romanzas para violín y piano de Clara Schumann, Vengérov tocó un movimiento de la Sonata que compusieron a tres manos Robert Schumann, Johannes Brahms y un amigo de ellos, tambien compositor, de apellido Dietrich, de quien nadie se recordaría hoy de no haber sido por su participación en esta obra. Ella fue hecha para Joachim, el gran violinista de su época, quien tenía un lema en que decía estar “libre pero solitario” y las iniciales en alemán de esta frase fueron la base temática de la obra. Schumann utilizó los movimientos que escribió para incorporarlos en su tercera sonata para violín, la cual Vengérov también incluyó en su programa o sea que, con excepción de lo escrito por Dietrich, oímos esa pieza prácticamente en su integridad.

En la segunda parte se oyeron dos obras de Sergio Prokófiev, sus cinco melodías y la segunda sonata para violín, una obra que combina el virtuosismo con la musicalidad, como para destacar las capacidades de Vengérov.

Después de dos bises tocados a toda prisa porque el músico tenía que coger un avión, terminó este recital ejemplar. Ojalá hubiera muchos así dentro de las programaciones de nuestras entidades musicales.