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Un “Rigoletto” descabezado

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Manuel Drezner
03 de junio de 2015 - 04:52 p. m.
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El Teatro Santo Domingo presentó una curiosa versión de Rigoletto de Verdi por artistas de la Ópera de Zúrich y con la participación de cantantes colombianos, la Filarmónica y el Coro de la Ópera de Colombia.

Musicalmente el director Patrick Fournillier hizo una interpretación de gran sentido teatral y con tiempos justos, equilibrio de la orquesta y los cantantes y que fue conmovedora a momentos. Fue una versión muy completa incluso con la cabaletta del aria del Duque en el segundo acto, que muchas veces se omite. Es lástima que la parte escénica de esta presentación no haya estado a la altura de la musical. 
 
Lo que vimos fue algo sin pies ni cabeza, sin ningún sentido dramático y que destrozó muchos de los momentos teatrales excelentes que Víctor Hugo, autor del drama original; Piave, su libretista, y Verdi, el compositor, supieron crear y que han  colocado a Rigoletto entre las grandes óperas de la historia. Fue un ejemplo de arrogancia, tan común en los montajes de óperas en nuestro tiempo (y que han sido bautizados con el descriptivo nombre de “euro basura”) en que el director escénico cree saber más que los creadores de la obra. Por ejemplo Rigoletto en esta versión no es ni jorobado ni deforme a pesar de que el mismo Víctor Hugo escribió que la maldad de Rigoletto se explica por su deformidad y que Verdi en carta a Mazzari de diciembre de 1850 dijera  que para él era importante “poner en escena un personaje tan horrible en el exterior pero apasionado y lleno de amor en el interior”, o sea que la directora trató de corregir a los creadores. Pero hubo muchas escenas donde se evidenció que la directora parecía no conocer el libreto. En primer lugar, el uso de una mesa gigante como única decoración para representar el palacio ducal, la casa de Rigoletto y la residencia de Sparafucile, no permitía ningún movimiento escénico lógico. 
 
La orgía inicial era curiosa y muy sana, ya que no había ninguna mujer en escena, elemento usualmente común en las orgías. Cuando raptan a Gilda con un coro no de cortesanos sino de payasos, ella alegremente sale bailando con los secuestradores que están jugando una versión del juego infantil de “el puente está quebrado”, como si estuviera feliz de que la raptaran. Rigoletto no es vendado, a pesar de que él claramente canta que lo está. Mientras Rigoletto increpa a los cortesanos, estos hacen payasadas que distraen y no tienen que ver con lo que se canta. Gilda, que se supone que vigila secretamente al Duque en el acto final, se acerca a él para hacer una escena absurda. El coro que representa el viento entretelones sale a escena con ridículas e inexplicables coronas. Rigoletto no toca desesperado en la puerta del asesino porque simplemente no hay puerta. Así se podrían seguir enumerando los absurdos de este montaje, pero lo dicho basta para describir algo que podría haber sido muy bueno, dadas las excelencias musicales y que resultó algo que dejó mucho que desear.

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