Jonathan Swift, el creador de Gulliver, buscó defender a los pobres irlandeses, explotados por los terratenientes ingleses, y su propuesta era que los niños de los pobres fueran bien alimentados desde su nacimiento con lo cual se convertirían en plato suculento que podrían comprar y comer con deleite los más ricos. El título completo de esa obra maestra de la sátira era Una modesta proposición para evitar que los niños de los pobres se conviertan en carga para sus padres o su país y para lograr que sean beneficiosos para el público. El autor defendía su tesis mostrando que lo que proponía tenía una cantidad de beneficios adicionales tales como tener bebés bien alimentados, acabar con el aborto, dar fuentes de entradas a los estratos bajos y permitir a los ricos comer preparados culinarios exquisitos, mientras que los pobres tendrían un ingreso.
A pesar del tono serio con que Swift escribió su panfleto, detrás de este se notan la rabia y la desazón que le causaba la triste condición de sus compatriotas de las clases menos favorecidas, traída por la explotación de los oligarcas ingleses que tenían a Irlanda sometida a las peores condiciones posibles. Pero no solo culpaba a los ingleses sino también a sus propios coterráneos, indiferentes ante el sufrimiento de todo un sector de la población. Aunque la Modesta proposición fue escrita en 1729, hace ya casi tres siglos, la situación es universal y los problemas de los pobres no se enfrentan con la urgencia que se debería. La consecuencia inevitable será que haya explosiones sociales que no mejorarán las cosas, pero crearán problemas que serán insolubles a largo plazo. Ojalá hubiera más lectores de Swift y aprendieran la lección, para que se evite esa situación que, de tener lugar, sería irreversible.