Es bueno decir que lo que muchos temían no sucedió. Nos habían amenazado con una Traviata de Verdi localizada en una casa de diversiones bogotana de los años treinta, lo cual en una ópera en que continuamente hacen alusiones a París era absurdo por decir lo menos. Pero no, nada de eso tuvo lugar. A pesar de que los vestidos no eran de época, sino más bien contemporáneos, la ópera se desarrolló en los lugares que Piave, el libretista, y Verdi, el compositor, indicaron, en las casas de Violeta y la de una de sus amigas, aparentemente propietaria de un casino. El resultado es que desde el punto de vista escénico, fue una buena Traviata, con desarrollos lógicos y una escenografía bien pensada, lo cual muestra que Pedro Salazar el director escénico, cuando no se pone a hacer extravagancias, puede lograr algo de grandes méritos.
Igualmente, desde el punto de vista musical, fue una representación notable, ya que la Sinfónica, dirigida por Andrés Orozco-Estrada tocó con tiempos ajustados, con gran equilibrio entre foso y escenario y además con un coro que se lució por su excelencia. Los solistas igualmente dieron de sí. La soprano rusa Julia Muzichenko, en el papel de Violeta, difícil papel porque combina las necesidades dramáticas con momentos de coloratura, estuvo a la altura, así como el tenor italiano Pablo Fanale y el barítono argentino Fabián Veloz, quienes supieron interpretar con lujo sus partes.
Los demás cantantes, casi todos colombianos, contribuyeron con seriedad al buen desarrollo de la representación. Lástima del lunar que hubo con los ballets de gitanas y de toreadores, no solo con una coreografía de exceso de simpleza sino con momentos de vulgaridad que no eran necesarios. Pero de resto fue una representación más que adecuada, donde además los conjuntos fueron hechos con limpieza y muy ajustados.
Muchos temieron que la representación a la que fui el domingo, iba a tener baches de público por coincidir con la final del campeonato de fútbol, pero es bueno decir que los amantes de la ópera no se dejaron seducir por el canto de sirena del campeonato y el público que llenó la sala del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, estuvo formal hasta el final para recompensar la representación con un estruendoso aplauso. Se puede decir que esta versión de La Traviata augura muy bien para furura programación lírica y hay que felicitar al director escénico por haber vuelto al buen camino de la fidelidad hacia los creadores de la obra.