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El Teatro Santo Domingo presentó al grupo La Casa del Silencio en una versión gestual del insigne drama de Büchner, Woyzeck.
Büchner, quien sólo alcanzó a escribir un trío de obras teatrales antes de morir de tifo a los 23 años, fue evidentemente un genio malogrado por su temprana muerte, y si lo poquísimo que hizo es tan excelente uno no puede menos que lamentarse por lo que pudo haber sido y no fue. Woyzeck, un drama escrito en escenas sueltas e independientes, que sirvió de base a una maravillosa ópera de Alban Berg, cuenta la historia de Franz Woyzeck, un soldado a quien enloquecen los experimentos de un doctor sin escrúpulos más la traición de su esposa con todos los que se acercan, pero en especial con otro miembro del regimiento.
Woyzeck acaba matando a su mujer y se suicida, mientras que su inocente hijo sigue jugando sobre un caballito de juguete, indiferente a la tragedia de sus padres. Este último episodio del niño, uno de los más dramáticos en toda la literatura, no fue aprovechado por el grupo que se presentó, aunque de resto contó la historia en forma bastante fiel a través de movimientos y de escenas fragmentarias que imitan la obra original. Usaron acompañamiento musical, aunque la verdad es que la música fue algo incidental, ya que los movimientos eran independientes de ella y, de hecho, hubieran podido usar cualquier otra música sin que se notara la diferencia. La idea de este grupo es mostrar una obra a través de gestos, no de pantomima, y uno se maravilla de la eficiencia técnica de este conjunto que dirigen Diana León Bohórquez y Juan Carlos Agudelo, de larga trayectoria en este tipo de versiones escénicas. Aunque la representación fue algo digno y entretenido, es obvio que a través de gestos no es posible interpretar toda la profundidad de la obra original de Büchner, que muestra de manera impresionante la degradación de un ser humano en un brillante desarrollo que mezcla el drama con la ironía.
Esta última tampoco es posible trasladarla al gesto, de manera que lo que se vio fue a un excelente grupo de intérpretes en una representación interesante en sí misma, pero que no transmite las sutilezas y excelencias de la pieza original. Quizá las cosas hubieran ido mejor si no se citara a Büchner o si hubieran escogido otra obra para su representación.
Woyzeck ha sido representada en Bogotá por diferentes conjuntos y en diferentes versiones, lo cual muestra que es una obra de gran excelencia y quizá el primer gran drama del teatro moderno.
