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Valle-Inclán, en el Teatro Libre

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Manuel Drezner
13 de mayo de 2010 - 04:37 a. m.
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Ricardo Camacho nos ha acostumbrado a presentaciones de teatro clásico, tal vez la única agrupación teatral entre nosotros que lo hace como norma de programación, y esta laudable idea se ha manifestado de nuevo con el estreno en el teatro Libre de la tragicomedia de Valle-Inclán Divinas palabras.

Esta es una de las obras que podría catalogarse dentro de su serie de ‘esperpentos’ como él mismo los bautizó y en realidad es una pieza con ribetes de surrealismo, con personajes grotescos que de pronto tienen increíbles toques humanos y que en total conforman teatro bien diferente de lo que uno ve habitualmente, y eso que la pieza se escribió hace casi un siglo, en 1920. No creo que haya otra obra de teatro donde se pelean dos personas la posesión de un pobre enano hidrocéfalo, porque éste representa una buena fuente de entradas por limosnas; o donde haya esta mezcla de caricatura con tragedia; o donde un sacristán, después de ver a su esposa paseada desnuda en un carro porque la descubrieron fornicando, (y uno se pregunta cómo hicieron para representar esta escena en esos tiempos) saca una Biblia y la perdona porque el Libro dice que quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Las divinas palabras del título (lo cual los programas hubieran debido indicar) y este sardónico final coronan una pieza donde, en forma continua, suceden cosas inesperadas por personajes exagerados y con un montaje aparentemente inspirado en grabados de Goya, que es estéticamente muy hermoso, con coros como del teatro griego y con una escenografía notable por lo sencilla y elástica. Quizá la música ocasionalmente irrumpe en tal forma que distrae de la acción y oculta el diálogo pero esto se puede corregir.

Valle-Inclán, a pesar de que lo catalogan dentro de la Generación del 98, es un caso único dentro de la literatura española, y es bueno que sus obras sean dadas a conocer, porque muestran que el teatro moderno tiene antecedentes más inesperados de los que nos da a conocer la historia del arte escénico. Vale la pena ir a ver este buen montaje de una excelente obra y recomiendo la visita al Teatro Libre para quienes quieran tener una inesperada experiencia teatral.

Una nota para posibles investigadores: las biografías de Valle-Inclán mencionan que él, como director artístico de la compañía Guerrero-Mendoza, los acompañó en algunas de sus giras por América. Esta compañía visitó Bogotá, según consta en una placa del teatro Colón y uno se pregunta si Valle-Inclán estuvo en Bogotá sin que los intelectuales centenaristas se hubieran dado cuenta de que aquí había llegado uno de los grandes nombres de la literatura española.

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