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“Werther”

Manuel Drezner

24 de julio de 2015 - 10:49 p. m.

Fue una decisión arriesgada la de la Ópera de Colombia de llevar a escena el Werther de Massenet, un ejemplo de lirismo con bellas melodías pero que no tiene ningún momento espectacular como para atraer al público común.

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A pesar de incluir una de las partes para tenor más difíciles del repertorio (algunos la han llamado el Tannhäuser francés), la obra es de gran intimidad y definitivamente para un aficionado que no exija coros espectaculares, dos de pecho y conjuntos impresionantes. Además, el personaje de Werther, taciturno, misántropo y concentrado en su problema amoroso, no permite una identificación fácil, lo cual dificulta aún más la intervención del cantante. Sin embargo, la obra es considerada como una de las más brillantes realizaciones líricas del músico francés y hoy día amenaza con arrebatar su popularidad a Manón.
 
La novela epistolar de Goethe en que se basa la obra tiene orígenes en la vida real, cuando el joven escritor (Goethe tenía 23 años cuando la escribió) se enamoró de una tal Charlotte Buff, la cual despreció al poeta y se casó con Christian Kastner. Por esos tiempos otro amigo del novelista se suicidó por amor a una mujer casada y usó, para eso, una pistola que le pidió prestada a Kastner. Goethe reunió todos esos elementos en su libro, el cual tiene una importante diferencia con la ópera y es que la protagonista no hace en la novela ningún juramento a su madre moribunda, sino que se casa con el otro por que le dio la gana. En todo caso la obra de Massenet refleja brillantemente el carácter taciturno de Werther y da motivaciones creíbles para su suicidio.
 
La versión que se vio en Bogotá tuvo brillantes actuaciones de las dos intérpretes femeninas, Julie Boulianne como Charlotte, muy intensa, y Jaquelina Livieri como una Sofía ingenua pero de gran fuerza. El tenor César Gutiérrez dio buena cuenta de su difícil papel, aunque uno hubiera querido más matices en su interpretación, que tuvo tendencia a lo plano. La Filarmónica Juvenil cumplió con acierto y la dirección de Laurent Campellone, con tiempos justos y buen equilibrio entre orquesta y cantantes.
 
Fue interesante la solución escénica de Alejandro Chacón, con una escenografía casi única, hecha alrededor de reproducciones gigantes de las cartas de Werther. Quizá esta ópera se hubiera prestado más a una versión más naturalista que la que se presentó, pero lo visto no traicionó en ningún momento el espíritu de la obra. Lo más interesante de todo es que ahora aparentemente se está buscando salir del repertorio tradicional.

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