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El curioso caso de Zinedine Zidane

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Manuel Rodríguez Lloreda
09 de febrero de 2021 - 10:43 p. m.
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¿Es el Madrid de hoy el peor de los últimos diez años? ¿O de últimos cinco, tal vez? Seguramente sí, pero, curiosamente, esta misma pregunta nos la hemos hecho cada año desde que llegó Zinedine Zidane por segunda vez al banquillo “merengue”, en el 2019.

Este Madrid, el del segundo ciclo del entrenador francés, no juega bien. Es más, se podría decir que nunca ha jugado bien. Tiene arrestos de buen fútbol, de individualidades, de buenas rachas. Pero termina siempre cayendo en la mediocridad.

Actualmente el estado de forma del equipo es miserable. Afuera ya de la Copa del Rey, en La Liga cada partido le cuesta, todos lo ponen a sufrir. Pero queda la sensación de que este flojo rendimiento ha sido casi constante a lo largo de las últimas dos temporadas.

Incluso cuando ha liderado la liga, cuando ha estado en un buen momento, o cuando ha cerrado la temporada con un título (como la campaña pasada), ha sido siempre un Madrid chato, insípido y descolorido.

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Nadie ha podido descifrar a Zidane como entrenador. Nunca figura entre las listas de los mejores del mundo ni mucho menos, más bien pasa de crítica en crítica, de cuestionamiento en cuestionamiento. En el último mes en España se ha hablado casi diariamente de su posible salida del club.

Y sin embargo vale la pena preguntarse, ¿cómo dudar de un tipo que, en el 2016, llegó al banquillo más exigente del mundo en la mitad de una temporada y ganó la Champions cuatro meses después? ¿Cómo dudar de él, si después de ganar esa primera Champions lo hizo de nuevo en la siguiente campaña —cosa que no había sucedido nunca — y en la temporada sucesiva lo consiguió una vez más?

¿Cómo dudar de un entrenador que le devolvió el orgullo a los madridistas, que reescribió la historia del club en el siglo XXI, que frenó en seco el dominio barcelonista que nublaba los linderos del Santiago Bernabéu desde los tiempos de Guardiola y Messi? Y aún así, Zidane, por la razón que sea, no termina de convencer. Este Madrid no termina de convencer.

Debe haber una explicación, entonces, para la notable serie de títulos y de logros que el entrenador consiguió entre el 2016 y el 2018. Después de todo, nadie gana tres Champions consecutivas por coincidencia. La teoría más común es que a Zidane le tocó un grupo de jugadores fenomenal, superlativo, cuando todos se encontraban en su mejor momento.

Keylor Navas, Sergio Ramos, Dani Carvajal, Marcelo, el trío en el medio de Modrić, Casemiro y Kroos, tanto Bale como Benzemá, y sobre todo un tal Cristiano Ronaldo, pasaban por el pico de sus carreras. Cualquiera que se sentara en el banquillo por esos tiempos —dicen algunos— habría ganado títulos. Con tanto talento en el campo los partidos casi se ganaban solos.

Esta hipótesis, precisa o no, absurda o no, explica en gran parte lo que hemos visto desde la última Champions del Madrid. Zidane está de nuevo en el banco, pero Modrić y Kroos no son lo que eran, Marcelo —notablemente— tampoco, ya no están Bale (que dejó muy atrás su mejor momento) ni Navas, y, por supuesto, falta Cristiano, lo que ciertamente no puede ser menospreciado. Y el Madrid es lo que es hoy. Un equipo sin brillo, sin lujo, sin alma.

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Se decía que Zidane era un experto en controlar el camerino de esa época, plagado de estrellas. Pero hoy, ya sin tanto talento en la plantilla, su labor pasa por construir un equipo, y en eso el entrenador ha quedado expuesto. Si bien fue campeón de la liga pasada, lo fue sólo porque compitió contra el peor Barcelona de los últimos 15 años.

¿Por qué, entonces, se mantiene en el cargo? ¿Será el peso de sus tres Champions ganadas? ¿Será la tranquilidad que reboza cada que da declaraciones? ¿O será algo más arraigado dentro de la cultura del club, tal vez la sensación de que el francés es un madridista puro, que merece el puesto porque como jugador fue leyenda? Por alguna razón, el ser “de la casa” pesa mucho como credencial en el fútbol de hoy. Y Zidane es un mito viviente dentro de la imaginación madridista.

Pero el francés, está claro, como jugador fue una cosa, y como entrenador es otra. Después de todo nadie sabe a qué juega el Madrid. Y si hablamos de James, de Isco o de Bale, de Ødegaard, de Dani Ceballos, de Mateo Kovačić o Luka Jović, queda bajo la lupa la capacidad del entrenador para desarrollar jugadores. Mientras algunos nunca tuvieron su oportunidad, otros simplemente involucionaron desesperadamente mientras estuvieron en el club.

El caso es que el Madrid de hoy no tiene rumbo. Se ve desgastado y débil. Zidane ya explotó hace poco en una conferencia de prensa que hizo temblar las redes sociales en España, un síntoma de la oscura depresión por la que pasa el club. Urge una renovación profunda en el verano. La crisis que sufrió el Barça hace algunos meses debe ser una señal de advertencia para este Madrid, que va en una dirección similar.

La plantilla necesita vigor y nuevo talento, y el equipo necesita un entrenador que tenga las ideas un poco más claras, que construya un equipo coherente y consistente que demuestre expresamente en el campo lo que él pretende. Un entrenador que consiga resultados, que deje que hable el fútbol, que —¿por qué no?— meta al equipo en una final. Y que no viva de tres títulos antiguos como principal credencial.

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bernardo(10825)10 de febrero de 2021 - 04:24 p. m.
Manuel, coincido totalmente con su análisis. Y agrego de mi autoría: en este momento el Real Madrid y el Barcelona no tienen nada que hacer en la Champions frente a los duros de la liga Inglesa y Alemana.
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