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Un grupo de micos es conducido a una jaula con una gran platanera en el medio. Orondos entran al recinto, lo inspeccionan y el primero en descubrir la platanera se trepa para bajar un plátano.
Inmediatamente se activan unas mangueras que mojan a toda la manada con fuertes chorros de agua. Cuando un segundo mico intenta alcanzar los plátanos, la escena se repite. Esta manada de micos no vuelve a intentar bajar los plátanos. Al día siguiente, un primer mico de la manada es sustituido por otro, que al entrar al recinto e inspeccionarlo, descubre la platanera y procede a intentar alcanzar un plátano. Los demás micos se enfurecen y le impiden que se acerque al racimo.
A partir de ese momento, cada día un mico de la manada original es sustituido y la escena se va repitiendo: mico que entra, mico que se acerca a bajar plátanos y sus colegas se encargan con colosales regaños para impedirlo.
Cuando ya no quedan micos de la manada original ninguno de los inquilinos sabe por qué no debe acercarse al racimo, pero cumple y hará cumplir la norma.
Me acordé esta semana de esta historia viendo el Consejo de ministros. No me acordé porque revelara tamaña incompetencia, ni porque señalara la terrible falta de método y liderazgo, ni porque todos hubieran asistido a la junta más importante de cada semana de un país sin preparación alguna, ni porque divagaran por temas como los micos caminando por la jaula, ni porque hubiera peloteras y aullidos como cuando se activaban las mangueras, ni porque hubiera entradas tardías de un ministro como las había en la historia.
Me acordé de la historia porque tenemos reglas que cumplimos sin cuestionarnos sobre su razón de ser como le ocurre a la última tanda de micos. Hablo en particular del poder de un presidente para determinar que los medios tienen que transmitir algún evento.
Durante el gobierno de Duque estuvimos durante meses sometidos a largas transmisiones diarias supuestamente para informar sobre la pandemia —ciertamente de manera más competente que el circo de ministros—.
Esta semana nos embutieron el Consejo de ministros que parece será una serie con más temporadas, donde seguro empezarán a libretear a los participantes para que el jefe se vea mejor.
¿Por qué están los medios forzados a transmitir eventos del gobierno? Parece más una herencia de una televisión que llegó durante la dictadura y del país del Estado de Sitio que una norma del siglo XXI.
Va siendo hora de que la Corte Constitucional le pegue una mirada al tema y que cada medio pueda decidir si quiere no transmitir las acrobacias del Estado (incluidos de paso en esta discusión el noticiero del Senado y de la Cámara, el himno a las 6:00 p.m., el boletín del consumidor, el minuto de Dios, etc.).
Pd. Bueno, confieso que me acordé de la historia por una razón adicional: la ilusión de que, si suficientes colombianos apretábamos un botón del control de la televisión, se activarían unas mangueras de la sala y se acabaría el vergonzoso reality presidencial.
X: @mahofste
