Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
A Falcao los colombianos le debemos muchas alegrías en los estadios del mundo. Ahora le debemos otro agradecimiento por habernos puesto a pensar en el impuesto al patrimonio.
Mientras escribo esta columna la prensa especula con la posibilidad de que quizás Millonarios consiga elevar lo suficiente la oferta a Falcao para tenerlo en sus filas este año. El asunto es simple: Falcao ha construido durante su carrera un patrimonio económico en el exterior. Si viene a vivir a Colombia se convertirá en residente fiscal del país y nuestras reglas tributarias señalan que deberá pagar un impuesto sobre los recursos que ha ahorrado en dos décadas de carrera. El monto de esos impuestos superaría el salario que recibiría en Millos (sobre el cual también, claro está, tributaría). En lugar de que Colombia le pague para que trabaje, la ecuación se vuelve una en la que Falcao pagaría para venir a trabajar.
El impuesto al patrimonio tiene justificaciones: por un lado, puede ayudar a redistribuir ingresos. De otro lado, como el cobro sobre los ingresos anuales de los contribuyentes es muy imperfecto y por los boquetes del sistema muchos evaden los pagos que les correspondería hacer, el impuesto al patrimonio aparece como una manera de corregir esas evasiones.
Pero el impuesto tiene también problemas. Por un lado, los contribuyentes que sí pagaron lo que debían de su flujo de ingresos pasados, terminan pagando doble cuando les toca tributar sobre los ahorros que construyeron con esos ingresos. De otro lado, el impuesto espanta a los Falcaos—y no hablo, claro está, solo de futbolistas sino de un espectro grande de personas que considerarían establecerse o regresar a Colombia y traer sus patrimonios al país. El impuesto también penaliza a la población mayor—cuyos ahorros a lo largo de su vida para la vejez los hace más proclives a superar los umbrales a partir de los cuales opera el impuesto. Penalizar el ahorro para la vejez es ahora, con un sistema pensional sustancialmente menos generoso que antes, mucho más grave.
De hecho, la penalidad a la población mayor toma más preponderancia en el contexto del envejecimiento poblacional. Colombia podría ser un destino escogido por la diáspora del país o por pensionados extranjeros en busca de destinos con climas amigables y la posibilidad de acceso cuidados y ayudas más asequibles en sus países de origen (Costa Rica, por ejemplo, ha sido muy exitosos en establecerse como un destino de retiro de norteamericanos). Con este impuesto no solo no atraeríamos esas inversiones, sino que al cierre de sus carreras muchos colombianos financieramente exitosos podrían escoger mover sus capitales y su residencia fiscal a algún lugar en donde no se las descremen anualmente.
Y para cerrar, en términos de recaudo total este no es un impuesto relevante en las cuentas públicas: su participación ronda el 0.5% del recaudo total del gobierno. Prescindir de este impuesto y más bien corregir de mejor manera los boquetes que lo justifican es una tarea para el 2026, cortesía de las lecciones de Falcaonomics.