Esta semana el Congreso aprobó el presupuesto de 2026. A pesar de una reducción de última hora el monto sigue siendo altísimo relativo a los ingresos con los que contará el gobierno. Tendremos entonces otro año más con el acelerador fiscal empujado hasta el fondo siguiendo la tendencia de los dos años anteriores. Para ponerlo en perspectiva histórica: los déficits del gobierno nacional central de 2024, 2025 y 2026 estarán en el top 5 de los más altos de Colombia en más de un siglo. Comparten ese podio con los de la pandemia…pero sin pandemia.
La última frase es clave. Hay ocasiones en las que apretar el pedal fiscal a fondo tiene sentido económico y social. La pandemia claramente fue una ocasión con esos tintes en donde la situación, especialmente durante 2020, ameritaba tirar temporalmente por la borda las consideraciones de coherencia entre ingresos y gastos del gobierno y las tensiones generacionales que involucran— la fiesta que armamos hoy con cargo a la deuda la pagarán mañana los jóvenes.
Las ideas keynesianas que le gusta citar al presidente, prescriben mayores déficits cuando hay situaciones que ameriten llenar vacíos temporales en la actividad económica. Por ejemplo, durante los gobiernos de Uribe y Santos enfrentamos la crisis financiera global primero y luego el colapso del precio del petróleo. Ambos gobiernos reaccionaron incrementando el déficit fiscal temporalmente y luego disciplinaron de vuelta las cifras. Esa reacción hizo que buena parte de los colombianos ni se enteraran de que había vientos de crisis tras bambalinas. Pero el podio del trienio deficitario de Petro no tiene ninguna justificación keynesiana. No tiene tintes temporales ni ocurre en tiempos de crisis, no es que el gobierno esté acelerando cuando el carro está colgado, acelera cuando vamos en bajada y sin cinturón—la regla fiscal ya la desabrocharon.
Y si el piloto maneja tan mal ¿por qué no nos hemos accidentado? Parte de la razón tiene que ver con que ese acelerador desbocado ha sido parcialmente compensado por el freno de mano activado por el copiloto de la economía, el Banco de la República. Este no ha podido bajar las tasas de interés como habría querido porque los excesos del gobierno se lo impiden. Así queda claro en las minutas en las que los codirectores que han votado por aplicar el freno hacen alusión a la situación fiscal y los aumentos reales del salario mínimo como parte de la justificación.
Está claro que sería mucho más seguro avanzar sin el freno activado y sin el acelerador al fondo, con unas cuentas fiscales sostenibles y bajas tasas de interés para todos. Pero mientras no haya un gobierno dispuesto a ponerse en cinturón y respetar el límite de velocidad, dependeremos de la mano firme del Banco Central. Esa mano firme, que pocos ven, también estará en juego en las elecciones presidenciales.
X: @mahofste