Al fin, tras 17 meses surcando cifras de dos dígitos, la inflación colombiana regresó en diciembre al caudal del dígito solitario. Esos 17 meses interrumpieron más de dos décadas seguida en las que habíamos mantenido ese registro anual por debajo del 10 %.
Pero echemos para atrás. En los meses previos a la pandemia, Colombia reportó incrementos en sus precios del 3 al 4 %; es decir dentro del rango al que le apunta el banco central. Como ocurrió en muchas partes del planeta, en los primeros meses de la pandemia la inflación cayó impulsada por la imposibilidad de muchos de consumir los bienes y servicios usuales. Luego, a medida que los gobiernos fueron poniendo recursos en los bolsillos de sus ciudadanos y los bancos centrales impulsando con vigor la actividad, se agudizaron los problemas logísticos en el comercio nacional e internacional, buena parte del planeta —Colombia incluida— experimentó el regreso de la inflación.
La colombiana estuvo muy quieta hasta el paro nacional de 2021, que marcó un salto en la inflación que no empezaría a ceder sino casi dos años después. Comparada con los países grandes de América Latina con bancos centrales similares al colombiano (Chile, Brasil, Perú y México), nuestra inflación fue la que mantuvo una senda creciente más prolongada, la que más subió y la única que todavía está lejos de los objetivos acordados. Mientras celebramos haber cruzado de nuevo el umbral que nos llevó a un dígito, nuestros pares cerraron el 2023 con tasas de inflación por debajo del 5 %.
Buena parte de los analistas locales pronostican que la caída continuará, pero de manera lenta y que a final de año cerraremos con registros de más del 5 %. En efecto, hay fuerzas que apuntan a un engorroso camino de regreso a la baja inflación. Aún falta ajustar el precio del diésel, habrá que ajustar dos veces los peajes este año para deshacer el entuerto en que nos metimos por un capricho presidencial que los congeló en 2023, los precios de la energía en medio de la sequía serán altos y lo mismo puede ocurrir con los alimentos.
Sin embargo, también hay fuerzas que frenarán las subidas de precios. Los problemas logísticos han sido completamente solucionados, las presiones inflacionarias externas se han desvanecido, la tasa de cambio ha bajado cerca de $1.400 desde el pico que alcanzó a finales de 2022, la demanda se ha frenado de manera severa en los últimos trimestres, las tasas de interés si bien ya iniciaron su camino de alivios todavía permanecerán elevadas todo el año y ya no debería haber más incrementos importantes en los precios de la gasolina.
Así, en un año que en muchos frentes económicos —crecimiento, empleo, retos fiscales, incertidumbre— luce sombrío, en el de la inflación no me sorprendería si cerramos el año con el dato dentro del rango meta del Banco de la República.
@mahofste