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La demanda manda

Marc Hofstetter
05 de junio de 2022 - 05:05 a. m.

Algunos sectores políticos en Colombia, usualmente cercanos a la derecha, creen que el problema del narcotráfico colombiano se soluciona poniendo en marcha palancas que apagarían su producción local, por ejemplo, aquellas que permitirían asperjar los cultivos ilícitos.

Algunos sectores políticos en Colombia, usualmente cercanos a la izquierda, creen que la contribución del país al problema del calentamiento global se soluciona moviendo las palancas que apagarían la producción local de combustibles fósiles, por ejemplo, aquellas que prohibirían la producción futura de estos en el territorio nacional.

Ambas aproximaciones están destinadas a fracasar por ignorar la mitad más importante del problema: la demanda. Asperjar cultivos o prohibir la producción de combustibles fósiles son un esfuerzo vano por desaparecer la oferta, pero no apagan la demanda por estos bienes.

En el tema de combustibles fósiles, supongamos que a partir del 7 agosto de 2022 queda prohibida su exploración y, por tanto, empezamos una cuenta regresiva que en pocos años agotaría su producción local. ¿Qué pasaría con la demanda de gasolina de los millones de motocicletas que circulan en el territorio nacional? ¿Con la demanda por gasolina o diesel de los millones de vehículos particulares, camiones, buses, aviones y lanchas? ¿Con la demanda de combustibles fósiles de toda la industria que los utiliza, bien sea como fuente de energía o algunos de sus derivados como insumos en su producción? ¿Con la demanda de gas de los hogares que la usan en sus estufas?

La respuesta es que esa demanda no se va a evaporar y que ningún gobierno, por tirano que sea, podría apagar la provisión de esos combustibles. La diferencia es que en lugar producir esos combustibles localmente tendríamos que importarlos a precios internacionales, que cerraríamos la principal exportación, que el Gobierno Nacional se quedaría sin una de las fuentes más importantes de recursos y que los gobiernos regionales no tendrían acceso a las regalías que financian sus inversiones. Pero en términos de la meta inicial de la medida, es decir, combatir emisiones dañinas, la prohibición sería inútil, tanto como asperjar para acabar con el problema de las drogas.

¿Quiere eso decir que debemos quedarnos de manos cruzadas? En absoluto: como dije antes, la clave está en reducir el consumo (no la oferta) de esos combustibles. Para eso hay muchas estrategias. Cito cuatro frentes, pero hay muchos más: políticas para abaratar la energía eléctrica; encarecer los combustibles fósiles (vía impuestos al carbono y dejando de subsidiarlos); incentivos para que las fuentes de consumo futuras sean de energías limpias (por ejemplo vía descuentos tributarios a la compra de vehículos limpios) encarecer el acceso futuro a la opción contaminante (por ejemplo, a partir de cierta fecha no se podrá vender vehículos nuevos de ciertas características contaminantes, no se podrán conectar viviendas nuevas a la red de gas o el sector financiero no podrá prestar recursos para la compra de esos bienes, etc.).

Es tentador pero equivocado creer que combatiendo la oferta se soluciona el problema. En este tipo de batallas también es la demanda la que manda.

Twitter: @mahofste

 

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