En la posesión del presidente Duque, cuatro años atrás, el presidente del Congreso Ernesto Macías pronunció un discurso vergonzoso. Le describió al presidente Duque el país que recibía, uno que según el orador padecía las peores “cifras sociales, económicas e institucionales” de su historia. Señaló que heredaba un “legado sombrío de derroche y corrupción”. En ese país negro de su fantasía no cabía la posibilidad de construir sobre lo construido, la negación del progreso y los avances solo daba espacio a un borrón y cuenta nueva. Menos mal para esa tarea de escarbar las ruinas sobre las que habría de construirse un nuevo país, contaba Macías con la ayuda de la grandeza de Uribe a quién dedicó su prédica. Como en un cuento de Gabo, la borrasca que azotaba a la Plaza de Bolívar amenazaba con quitarle constantemente de las manos el texto sectario que leía con orgullo. Cada barbaridad pronunciada desataba nuevas ventiscas.
En estos días he recordado el infame discurso por dos razones distintas. La primera, la presentación que hizo el gobierno del Marco Fiscal de Mediano Plazo (MFMP) . Allí, contrario al espíritu de Macías, el gobierno pintó un mundo rosa: parece que cuatro años con pandemia de por medio bastaron para llevarnos de las ruinas al paraíso (fiscal, valga la ironía). El ministro de Hacienda resumió ese dibujo concluyendo que no se requiere una reforma tributaria. ¿En serio? No solo tenemos una estructura tributaria muy mal diseñada que por sí misma requeriría un rediseño profundo, sino que las cuentas rosas de ese Marco que apuntan a que hemos alcanzado un punto de equilibrio están pegadas con babas. Ese punto de equilibrio supone que el nuevo gobierno reduce la inversión en cerca de un tercio, se desmontan sin transición todos los programas sociales montados recientemente, hay un ajuste severo del gasto público, el precio de la gasolina que este gobierno ha sido incapaz de ajustar sube con fuerza y los costos de la deuda no se incrementan. Si ese color rosa fuera cierto ¿por qué no hemos recuperado el grado de inversión de nuestra deuda pública (que perdimos durante este gobierno)? ¿por qué estamos pagando tasas de interés reales por esa deuda dos puntos más altas que las que pagábamos hace cuatro años? ¿por qué de cada tres pesos que gasta el gobierno uno es prestado? (Hacia adelante deberíamos encargar la escritura del MFMP al Comité de la Regla Fiscal, un ente independiente que nos informará de ese panorama sin autobombo).
La segunda razón por la que recordé el nefasto discurso de Macías tiene que ver con las manifestaciones del presidente electo Petro y muchos de sus coequiperos. Comienza—dicen—una nueva Colombia, en la que pareciera que por primera vez en la historia un gobierno pensará en los y las nadies, en la salud y en la educación, en el agro y en el medio ambiente, entre otros. Parecen, como Macías, creer que arrancan de cero. Si el discurso de posesión tiene el mismo tinte revanchista, sectario y adanista de marras, ojalá la madre naturaleza haga volar esos papeles como hace cuatro años.