Hace varios años mi amigo Miguel quería cambiar de carro. En su búsqueda, a pesar de vivir en Bogotá, solo consideró vehículos matriculados en un municipio particular de Cundinamarca. La razón de su preferencia era que, según sus averiguaciones, en ese municipio los impuestos asociados a la matrícula y tenencia del vehículo eran mucho menores que en Bogotá. Miguel lleva años circulando primordialmente en Bogotá y pagando sus impuestos a otro municipio.
Como los municipios son libres de establecer los precios que cobran para matricular carros y los impuestos sobre su tenencia, varios cercanos a Bogotá encontraron que ofrecer menores tarifas era una manera de atraer a esa enorme masa de bogotanos con vehículo y así alimentar sus arcas con los bolsillos capitalinos. El asunto ha llevado a que hoy en día un tercio de los vehículos que circulan por Bogotá no pagan sus impuestos a la ciudad. Los cálculos de la alcaldía sugieren que por esa vía han dejado de recibir más de un billón de pesos.
Los vehículos deberían tributar en su lugar de circulación. Hay países en los que es obligatorio asociar el carro con el lugar de la residencia y cambiar esa matrícula en caso de migrar a otra ciudad. En Colombia no existe esa obligación y en su ausencia hay que pensar mecanismos para que los propietarios paguemos los impuestos donde circulamos. Con esa motivación la alcaldía de Bogotá anunció que encarecerá los permisos de circulación cuando hay restricción por placa y extenderá la restricción a los sábados para los vehículos sin placa de la ciudad. Esa estrategia es una reacción poco amistosa a la poca amistosa treta de atraer a los bogotanos para que se matriculen por fuera de la ciudad. Como respuesta, algunos cambiarán su matrícula a la ciudad y los compradores de vehículos nuevos pedirán que sean de Bogotá. Los recursos irán en mayor proporción al municipio al que deberían ir.
Existen otras maneras de llegar a ese resultado—que cada quién pague donde debe. La región—municipios del departamento y Bogotá--podría coordinar cobros idénticos de matrículas e impuestos de manera que no haya incentivos a buscar placas por fuera de la jurisdicción de residencia. Esto, de hecho, aumentaría el recaudo de los municipios que ahora cobran tarifas significativamente menores a las bogotanas como bien identificó Miguel. Sin embargo, esa solución tiene dos problemas. El primero, que un tercio de los vehículos “bogotanos” ya están matriculados en otros lugares y seguirían pagando donde no toca. El segundo, que ahora municipios de otras regiones decidan atraer con menores tarifas a los propietarios de la región.
Con todo, el pacto final del distrito y los municipios sobre el tema debería tener ambas formas de lucha: una convergencia en los impuestos y costos de matrícula entre Bogotá y los demás municipios junto con una penalidad durante algunos años para quienes circulan por la ciudad sin placas locales. Así, mi amigo de marras que lleva años pagando sus impuestos donde no corresponde, ayudará a financiar la infraestructura de su ciudad, a cuya congestión contribuye con su vehículo.
X: @mahofste