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El último informe del mercado laboral del DANE va dejando claro que no todos participan de manera equitativa de la (insuficiente) recuperación económica. Para ser más preciso: no todas.
Volvamos la vista a diciembre de 2019: no lo sabíamos en ese momento, pero estábamos en el último mes del último año prepandémico: un virus, que mataría 17 millones de personas en el planeta en solo 18 meses, estaba a punto de cambiar el mundo.
En Colombia, comparados con aquel aciago mes de 2019, por cada 100 mujeres que tenían un empleo ahora tenemos 94, por cada 100 desempleadas ahora tenemos 121 y por cada 100 inactivas (es decir, que no tenían un trabajo remunerado ni lo estaban buscando) ahora hay 108. Esos deterioros son mucho más marcados que los masculinos y han acentuado la desigualdad de género en las cifras del mercado laboral. Puesto en porcentajes, mientras ahora la tasa de ocupación de los hombres es de 66 %, la de mujeres es de 41 %; mientras la tasa de desempleo masculino es de un dígito, la femenina supera el 17 %; mientras el 73 % de los hombres participan en el mercado laboral, menos de la mitad de las mujeres lo hacen.
Las causas del desbalance, que ya era importante en 2019 y que ha emporado de manera preocupante, son múltiples. Pero no cabe duda de que una parte crucial del retroceso está relacionado con el persistente cierre de los establecimientos educativos en Colombia: datos de la Unesco muestran que estamos entre los 10 países del mundo con cierres más prolongados de los colegios: 70 semanas desde que comenzó la pandemia, el doble del promedio mundial.
Ese cierre, hay que decirlo con claridad, no ha terminado. Hay cientos de miles de jóvenes que no han vuelto a pisar sus instituciones de formación (incluida la universitaria) desde que comenzó la pandemia. Hay más de dos millones de niños que no han pisado un aula en 20 meses. Hay, además, dos terceras partes de los niños que asisten a sus instituciones, pero en la modalidad de alternancia. Esa realidad impide que sus cuidadores (usualmente sus madres) puedan tomar una actividad económica.
Debería ser un imperativo para nuestra sociedad empezar el 2022 con la meta de las TTT: Todos los niños y jóvenes, Todos los días, a Todos los colegios e instituciones de formación. Sin embargo, es ahora en parte el propio Gobierno el que impide ese regreso porque mantiene vigentes restricciones de aforo y distanciamiento con las cuales para la gran mayoría de instituciones es imposible ofrecer presencialidad completa. Con la vacunación llegando al 70 % de la población, refuerzos disponibles para los vulnerables y la posibilidad de vacunas desde muy temprana edad, no queda ninguna razón para que sigamos teniendo esas restricciones. Y, por tanto, ninguna razón para mantener encendido ese motor de la desigualdad de género que impide que la incipiente prosperidad llegue a todas.
Twitter: @mahofste