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Nos rajamos

Marc Hofstetter

21 de diciembre de 2025 - 12:00 a. m.

La calificadora de riesgo Fitch volvió a bajar la nota que le pone a la deuda colombiana en moneda extranjera. No teníamos una nota tan mala desde los estertores de la crisis financiera del siglo pasado que se prolongaron hasta el primer lustro de este siglo. Esto confirma lo que muchos pensaban en los mercados financieros, que la trayectoria de ingresos, gastos y deuda de Colombia se ha deteriorado de manera importante. Tras tres años y medio gobernando, el espejo retrovisor que esgrime el gobierno para culpar al pasado del desastre fiscal es una fábula: este gobierno infló los pronósticos de ingresos para justificar presupuestos altos, abandonó la regla fiscal, perdió el acceso a la línea de crédito flexible del FMI, generó déficits fiscales tipo pandemia sin pandemia y ahora obtuvo peor nota que la que teníamos tras la emergencia sanitaria.

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El tema fiscal no va a ser el centro de la campaña presidencial no porque no sea crucial sino porque al votante promedio no le interesan los números de la deuda o el déficit, las tasas de interés que paga el gobierno, las maromas financieras que está haciendo crédito público o la baja caja que tiene el gobierno. Algunos candidatos presidenciales con recato tecnócrata mencionarán el tema de la crisis fiscal en sus correrías y les dirán a sus rivales que sus programas son una fantasía sin posibilidad de ser pagada con la raspada olla que heredarán. Esos son los que dirán la verdad. Otros prometerán—y eso resonará en muchos votantes—que el problema es la corrupción, que al llegar al gobierno la atajarán y con esos billones financiarán sus promesas: no en vano el sirirí de “parar la robadera” casi lleva a la presidencia a Rodolfo hace cuatro años. Otros más se apuntarán a la narrativa que sugiere que esto se arregla cobrando a los ricos lo que deberían pagar, se imaginan un país en donde con lo que esconden unos cuantos negocios y millonarios, resuelven el lio fiscal. Con ese otro sirirí llegó el actual gobierno al palacio y los que quieren heredar esa bandera lo repetirán.

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Al que llegue al poder en unos meses la realidad lo golpeará el primer día. No encontrará en su oficina un botón que apague la corrupción e infle las arcas para financiar sus planes. Tampoco uno que le transfiera fortunas de ricos y le resuelva sus faltantes. El problema es mucho más serio que eso y va al corazón de nuestro contrato social: nos hemos ido prometiendo un Estado cuyos servicios en realidad no estamos dispuestos a pagar. Muchas de esas promesas tienen rango constitucional y desmontarlas es muy complejo. Arreglar ese lío requiere abrir una conversación de cara a rebajar ese contrato. No parece que tengamos el consenso necesario para eso.

Si gana la oposición tratará de patear el balón hacia adelante con algo más de impuestos y algún recorte al gasto políticamente plausible. Si además logra que la economía crezca con vigor eso podría llevarlo a la otra orilla del cuatrienio. Y si gana el continuismo me puedo imaginar un escenario a la argentina peronista en donde primero se echa mano de los ahorros pensionales para ganar tiempo y luego mantenemos a flote el barco del gasto público con alta inflación una vez tengan mayoría en la junta del Banco Central.

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@mahofste

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