Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
A falta de los datos con la cifra oficial definitiva que saldrá en un par de meses, todo apunta a que en 2024 el déficit fiscal del gobierno central cerró significativamente por encima de 5 % del PIB. Para poner la cifra en contexto es bueno devolver la película para compararla con la del pasado. Si echamos para atrás tres décadas, Colombia solo ha exhibido cifras de ese calibre en dos ocasiones: en la crisis del Covid y durante la crisis económica del final del siglo XX.
El déficit de 2024 no ocurrió en tiempos de catástrofes económicas como las dos de marras y su explicación tiene que ver con decisiones equivocadas durante la pandemia y errores crasos de planeación económica del gobierno actual.
El manejo de la pandemia implicó gastos extraordinarios que Colombia enfocó en componentes sanitarios y de ayuda a hogares y a negocios. Si bien a mediados de 2021 ya había una campaña de vacunación a toda marcha, muchas de las ayudas extraordinarias se mantuvieron (en mi opinión de manera innecesaria) hasta finales de 2022 o incluso más allá (por ejemplo, el precio del ACPM sigue sin normalizarse). Esos gastos engrosaron la deuda pública—cuyos pagos hacen parte de los retos actuales de la política fiscal—y empujaron la inflación. Un segundo error durante la pandemia fue haber normalizado los altos niveles de deuda pública: la regla fiscal que el Congreso aprobó en 2021 ancló el comportamiento fiscal futuro alrededor de un peso de la deuda pública excesivamente alto.
El actual gobierno, ya con dos años y medio al mando, la ha echado gasolina a esas brasas fiscales que heredó. En 2024, terminará con un déficit significativamente mayor al del año previo y tendrá que convencer al comité de regla fiscal de apoyar sus tesis de contabilidad fiscal creativa para cumplir con la regla.
Una parte importante del fatal resultado de 2024 tiene que ver con un desfase impresentable entre las estimaciones de recaudo que había hecho el gobierno y los recursos que realmente recogió. Pero por el lado de los egresos tampoco hizo la tarea. El gasto público está en niveles históricamente altos y a pesar de eso varios frentes que en el pasado contaban con financiamiento apropiado, ahora no lo tienen. La salud, por ejemplo, no cuenta con los recursos suficientes y de a poco se va gestando una crisis en los eslabones del sector que estalla en la cara de los pacientes y terminará haciéndolo en la billetera del propio gobierno. Los programas de vivienda están totalmente desfinanciados, el Icetex está moribundo e incluso los programas sociales sufrirán enormes recortes.
Este año habremos de abordar la discusión difícil sobre las transferencias de recursos y competencias a las regiones. Si esa reforma se hace mal, habremos consolidado una verídica crisis fiscal. Pero esta también puede ser una oportunidad para adelgazar el obeso gobierno central. Los colombianos no habíamos pagado nunca tantos impuestos y no tenemos claro los bienes públicos con los que nos retribuyen esos esfuerzos.