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Los asesores económicos del presidente Trump predican muchas teorías falsas. Una de estas apunta a que el rol central que ha jugado el dólar en la economía global desde el final de la II Guerra Mundial es contraproducente para Estados Unidos.
Esa teoría está tan desconectada de la realidad que, desde hace décadas, se ha acuñado un término para describir el papel central del dólar en la economía global y lo que representa para su emisor: el privilegio exorbitante. Tiene muchas facetas la ventaja que otorga ser la moneda dominante del planeta. Menciono tres.
La primera, que el resto de mundo compra masivamente activos financieros de Estados Unidos incluyendo la deuda de su gobierno. Ese apetito por su moneda le permite a Estados Unidos mantener bajos los costos de financiamiento públicos y privados. Segundo, la alta demanda global por dólares le permite a su Banco Central emitir mucha más moneda sin poner el riesgo la estabilidad de precios. Imprimir billetes sin generar inflación es un negocio muy rentable. Tercero, cuando hay desbalances macroeconómicos estos no vienen de la mano con escasez de divisas o preocupaciones sobre agudas devaluaciones.
Como está empeñado el gobierno de Estados Unidos en acabar con el rol hegemónico del dólar, la pregunta relevante es qué surgirá en su lugar. Se vislumbran dos alternativas. La primera, el yuan chino: naturalmente, detrás de la moneda dominante se requiere una gran economía en tamaño y en rol dentro del comercio internacional y China es en ambos frentes un jugador central. En su contra juega y de manera muy importante que detrás de su moneda no hay una democracia.
El segundo candidato, es el euro. A su favor tiene el respaldo de un Banco Central transparente, con principios democráticos en los países miembros. Para aprovechar el vacío que podría dejar el dólar, le hacen falta mercados de capitales más integrados e instrumentos de financiación fiscal conjuntos.
La apuesta por el euro podría contar con una carta bajo la manga, totalmente impensada hasta hace pocas semanas. El mundo fragmentado que propone Estados Unidos empujará a la unión de otros. En ese contexto, en algunos pasillos se empieza a especular si el Reino Unido pensará, pocos años después de su famoso Brexit, en una reintegración con Europa que incluya a sus monedas. Si esa conversación se diera y llegara a buen puerto, el sueño de los asesores de Trump de quitarle al dólar su rol global habrá
triunfado. Los europeos se harían así a parte importante del privilegio exorbitante, ganarían espacio geopolítico, gozarían de menores tasas de interés financiadas por el apetito del resto del mundo por sus activos (en momentos en donde la estabilidad de la deuda tras los gastos que vienen para el rearme europeo es un tema de primer orden) y tendrían más espacio en ese extraño negocio de emitir moneda sin causar inflación.
Habrá que ver, si llega ese momento, si los asesores de Trump seguirán aplaudiendo el tiro en el pie que permitió a ese nuevo líder avanzar en la carrera global por el privilegio exorbitante.
X: @mahofste
