Publicados los datos de actividad económica del primer trimestre de 2024, se confirma en cifras concretas que la economía colombiana se arrastra. Había ya indicios que apuntaban en esa dirección. Por ejemplo, la tasa de desempleo había alcanzado un mínimo de 9,4 % en agosto pasado y desde entonces ha venido subiendo hasta cobijar al 10,9 % de la población activa. En esos siete meses se han perdido casi 370.000 plazas de trabajo. Los datos de la actividad indican que, tras seis trimestres del actual Gobierno, el PIB solo ha aumentado 1,4 %, mientras que la inversión ha caído en 11 %, la industria 7 % y la construcción 5 %.
Constatado el letargo económico, la pregunta debe girar alrededor de las recetas para tratar de reactivar los ingresos de los hogares colombianos. El frente de las políticas tradicionales lo debe encabezar el Banco Central reduciendo sus tasas. El globo inflacionario ya perdió la mitad del aire que lo elevaba: la inflación ha caído más de seis puntos desde que llegó a su pico hace más de un año. Mientras tanto, la tasa de interés del Emisor ha bajado solo en un punto y medio.
En el frente fiscal, la medicina keynesiana usual recetaría un aumento en el gasto del Gobierno para ayudar a llenar el tanque de la demanda agregada de la economía. En la coyuntura actual esa receta sería contraproducente, porque el gasto público ya está en récords históricos y porque las finanzas públicas colombianas han venido deteriorándose de manera preocupante —al punto de que perdimos el grado de inversión y los mercados financieros están demandando tasas de interés significativamente más altas que en el pasado reciente y que a nuestros pares. Cualquier incremento del gasto o relajamiento de la regla fiscal será leído por nuestros prestamistas, que financian la cuarta parte del presupuesto público, con una creciente duda relativa a la sostenibilidad financiera de ese esfuerzo fiscal y repercutiría en mayores costos de financiamiento.
El Gobierno no debe gastar más en la reactivación, pero sí puede gastar mejor y gobernar de manera más eficiente. Está en sus manos acelerar las APP y las licencias ambientales de proyectos que permitirían que otros actores inicien con sus recursos proyectos de infraestructura que empujen la actividad y el empleo. Por otro lado, mientras las tasas de interés regresan a niveles atractivos para los compradores y constructores de vivienda, el Gobierno podría poner en marcha un plan transitorio de subsidios a las tasas hipotecarias. Ese programa es rápido de implementar, que en el pasado ha mostrado tener efectos multiplicadores importantes. Tiene además la ventaja de que los egresos públicos del programa se difieren durante los años en que se subsidie la tasa. Para asegurarse de que el grueso de ese empujón llegue al destino propuesto, se le puede exigir al banco prestamista que mantenga la tasa neta que paga el usuario una vez el subsidio deje de operar.
(Y sí, apreciado Gobierno, todo esto requiere trabajar de la mano con y no contra los gobiernos locales, con y no contra el sector empresarial).
@mahofste