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A este Gobierno no le gusta la industria de hidrocarburos. Es un veneno, dice el jefe de Estado. Al altísimo 35 % de impuestos sobre las utilidades empresariales que cobramos en Colombia, el Gobierno le agregó una sobretasa a esa industria en función de los precios internacionales. Ese impuesto puede llegar ahora al 50 %.
Como tampoco le gusta el gobierno corporativo de Ecopetrol, espantó a su junta directiva e impuso decisiones del gusto del presidente de la República. Ha mantenido en su presidencia a una persona cuestionada sin importarle los efectos sobre la empresa, al punto que hemos conocido en estos días que la propia Ecopetrol buscaba una costosa consultoría para analizar el impacto de esa decisión en la compañía.
También inició un litigio con Ecopetrol reclamando el pago de IVA sobre las importaciones de combustibles que sumarían más de $9 billones. El Gobierno también bloqueó la firma de nuevos contratos de exploración y engavetó los pilotos de “fracking” que nos habrían permitido datos propios para evaluar sus costos y beneficios.
El precio de las acciones de Ecopetrol refleja el embate a que han sido sometidas en estos dos últimos años. Por ejemplo, su valor relativo al de Petrobras (un par de la región al que tampoco le ha ido muy bien comparado con otras petroleras en tiempos recientes) ha caído en más de un tercio desde los días previos a las elecciones presidenciales de 2022. Bajo esa métrica quedan dos tercios de la gallinita de los huevos de oro que heredó el Gobierno.
Ante semejante antipatía por una empresa de la cual es dueña el propio Gobierno en más de 88 %, la pregunta que hay que hacerse es por qué no la vende en lugar de trabajar con ahínco en su destrozo. La idea de vender Ecopetrol ha sido propuesta por gobiernos pasados desde hace un par de décadas. De hecho, hay una autorización vigente para enajenar 8,5 % adicional de la propiedad. Ir más allá de ese porcentaje requerirá volver al Congreso para tramitar.
Vender Ecopetrol tendría varias ventajas. Para comenzar, que la empresa recupere un gobierno corporativo apropiado y sus decisiones dejen de estar permeadas por los caprichos políticos redundaría en mejores resultados productivos y un renovado músculo financiero para inversiones, en una coyuntura en la que nuestra propia producción va en declive. Por otro lado, en un mundo que transita hacia un uso más marcado de energías no fósiles y más amigables con el medio ambiente, vender esa empresa limaría una dependencia insana de las finanzas públicas a esa industria al no hacerlas depender de sus dividendos. Además, en un momento de grandes retos fiscales, la venta podría ser parte de un paquete de soluciones para estabilizar las maltrechas finanzas públicas.
X: @mahofste
