EN EL MES DE MAYO EL DANE INFORmó que el 32,8% de los colombianos están en la informalidad laboral y que el desempleo total del país es del 12,1%. El DANE crea un montón de definiciones y categorías enredadas de lo que es el mercado laboral, pero todos sabemos cuál es el problema.
No sé de estadística ni conozco la jerga técnica de los que hacen los estudios, pero sí sé contar. Por eso decidí hacer un “muestreo aleatorio” para reafirmarme en lo que he visto: que la gente de Colombia está sumida en la pobreza. Pero, también, a pesar de esas circunstancias tan dramáticas, al colombiano le queda el ingenio del rebusque para que sus familias no se mueran de hambre.
Arranqué caminando de la carrera 15 con calle 77 de Bogotá hasta la calle 85, doblé al oriente por la 85 hasta la carrera 11 y me devolví por esa misma hasta la 77, contando una por una todas las ventas callejeras: puestos de golosinas, cigarrillos, paquetes, jugos, gaseosas. Unos más ordenados y menos precarios que otros. Algunos complementan con la venta de minutos de celular. También muchos puestos de frutas. Venden salpicón y mango verde empaquetado en plástico. Una buena porción vale $1.000. Los puestos son como carretillas y algunos coches de bebé adaptados. Hay gente que en termos lleva empanadas y pasteles de arracacha, para mantenerlos calientes, y tienen en el andén su sitio fijo y su clientela. También venden tinto y agua aromática. Hay puestos de sólo jugo de naranja. Otros de huevos pericos, hechos ahí mismo, con arepa, jamón o chorizo. Eso vale $2.000. Otros venden chicharrón con arepa. Aguacates, obleas. Perros calientes con todas las salsas, cebolla y gaseosa a $2.000.
Conté en todo ese recorrido, que es en realidad un microcosmos de Bogotá y del país, 36 puestos de “informales” contra 10 quioscos metálicos, que son los que tienen permiso de la Alcaldía. Esto fue en un trayecto de media hora: de 9:30 de la mañana a las 10. Al mediodía salen más.
Pienso que esta es una muestra real y verificable de la pobreza de Bogotá, que se extiende a otras ciudades y pueblos del país. Es rebusque por falta de oportunidades. Es rebusque por hambre. No es falta de ganas de trabajar, porque están trabajando muy duro. Y no sólo están pobres los vendedores, sino sus clientes, que prefieren comprar en esos puestos porque se llenan con menos plata que en un corrientazo barato.
Aquí hay un problema de fondo y muy grave. Urgente de solucionar. Juan Manuel Santos prometió en su campaña crear 2 millones y medio de empleos formales y formalizar quinientos mil en cuatro años.
Ahora, no se trata de que las Alcaldías manden a la Policía a sacar a los vendedores ambulantes de las calles. Si así lo hicieran sería una infamia. Estarían arrinconando a esta gente y desviándola hacia la delincuencia para lograr, a como dé lugar, el sustento diario.
Siento el respeto más absoluto por el ingenio del rebusque del colombiano, infortunadamente hoy motivado por el hambre y la desesperación.