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“Bolivarismo y Monroismo”

Marcelo Caruso A.

15 de diciembre de 2025 - 12:05 a. m.

Releer esta obra de Indalecio Liévano Aguirre –excanciller liberal de Colombia– con sus reflexiones sobre los hechos que marcaron el surgimiento del imperialismo de Estados Unidos en su fase de expansión territorial hacia hispanoamérica, permite comprender sus afinidades y diferencias con el neomonroismo actual; que no sólo viene por el control político regional, sino por riquezas naturales: hidrocarburos, minerales estratégicos, agua y tierras cultivables.

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La intención del gobierno de James Monroe y su sucesor, Johan Quincy Adams, buscaba justificar su oculta política internacional anexionista como un acto de protección frente a la amenaza de las potencias europeas de regresar a ocupar sus colonias independizadas. En particular, les preocupaba la presencia inglesa y francesa pero, como analiza I.L. Aguirre, “Su propósito real nunca fue el defender el continente americano en su totalidad de las posibles agresiones de las potencias europeas, sino impedir que estas se apoderaran de aquellos territorios: California, Tejas, Oregón y Panamá” (p.35), a los que ya habían decidido ocupar.

Pensando entonces Bolívar en impulsar el Congreso Anfictiónico que uniera esa hispanidad en una Confederación, recibe la propuesta de Santander de invitar al presidente Monroe a su instalación. Indignado, le responde: “jamás seré de la opinión que los convidemos [a los Estados Unidos] para nuestros arreglos americanos”. Cita a la cual I.L. Aguirre le agrega la genial predicción del libertador: “Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia para plagar a la América de miserias a nombre de la Libertad”.

Si bien la historia no se repite mecánicamente, ese destino manifiesto del imperio del norte tiene muchos puntos en común con la corriente hegemonista autoritaria y fascistoide que expresa bufonamente Trump, pero muy poco con el pensamiento republicano de sus fundadores, al que luego buscó retomar y profundizar Abraham Lincoln. Trump busca recuperar el papel del mandamás de los negocios de un continente en estado de rebeldía, donde las nuevas amenazas externas son China y, secundariamente, Rusia. Sin embargo, encuentra fuertes contradicciones con la visión imperialista neoliberal encabezada por el capital financiero global, que entiende que es imposible retroceder la historia hacia una estrategia nacional basada exclusivamente en la dominación comercial y militar del mundo. Son los que mantienen el modelo del libre comercio soportado en sus empresas transnacionales, en su poder financiero y en la apuesta por las nuevas tecnologías, que lo sintetizan en su propuesta de la Cuarta Revolución Industrial soportada con las Cumbres de Davos. Para ello, cuentan coyunturalmente con el apoyo de los generales del Pentágono, indignados por las vergonzantes funciones represivas que se les exigen tanto en lo interno –cinco millones las rechazaron en la calle en un solo día– como en lo externo, que los colocan como abiertos asesinos de civiles indefensos. En su conjunto, y sumando sectores del complejo militar industrial, son mucho más fuertes que lo que representa la CIA con sus conspiraciones y la fracción de Rubio y su Tea Party.

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Este neomonroismo trumpista, dirigido a intentar volver a crecer hacia adentro, va en contra de la lógica del crecimiento ampliado de la acumulacíon del capital y de su monopolio global, lo que hace inevitable su derrumbe por vías hoy impredecibles. Este proceso será liderado por los sectores que ya le anunciaron su decisión de sacarlo del ruedo si sigue en esa línea.

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Mientras tanto, continuará la agresión basada en la generación de miedos colectivos dirigida a subsumir a los pueblos y a sus gobiernos progresistas del continente. Con resultados inmediatos favorables para sus políticos aliados pero que, con el tiempo, van generando sentires y comprensiones de fuerte rechazo, que nos regresan y vinculan con el pensar y hacer de la época de Bolívar y de la ola antiimperialista que recorrió el continente a finales de los años 60. Frente a esta nueva realidad, se necesitará de nuevos congresos anfitiónicos que articulen y llenen de contenidos transformadores los espacios bolivarianos y sanmartinianos comunes.

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