El espejismo latinoamericano

Marcos Peckel
28 de diciembre de 2022 - 12:03 a. m.

Cabe quizás la manida frase, “según el desayuno se sabe cómo será el almuerzo”, para referirse a la integración latinoamericana. Fue en 1826 cuando Bolívar, presidente entonces de Colombia, convocó en ciudad de Panamá, el “congreso anfictiónico”, con el objetivo de lograr la unidad de las recién liberadas provincias españolas de América. El libertador excluyó de la lista de invitados a Estados Unidos y al “imperio” de Brasil. A pesar de las buenas intenciones, el congreso fue un absoluto fracaso, la tal integración latinoamericana no se logró, doscientos años después no se ha logrado y el continente permanece fragmentado y dividido. En el contexto geopolítico global, América Latina no existe.

La vasta sombra del país del Norte y su doctrina Monroe pudieron haber sido por años la causa de la discordia, pero desde la “ola democrática” de los años 90, y el final de la guerra fría, toca ya mirar “la viga en el ojo propio”. Los países latinoamericanos han sido incapaces de establecer una agenda común, pragmática, quizás minimalista, centrada alrededor de valores democráticos, desarrollo social, económico y de infraestructura. Por el contrario, han prevalecido las ideologías políticas y las posturas frente a los “yanquis”. Recordemos que la Unión Europea nació como un acuerdo de seis países sobre el acero y el carbón. El eje franco-alemán sería la clave para promover la unidad europea, algo de lo que adolecemos por estos lares.

En momentos que suenan una vez más los tambores de la integración latinoamericana o suramericana por las “victorias de los izquierda”, el desafino es absoluto, pues se parte una vez más de premisas ideológicas y no de intereses comunes. Como si los gobiernos de izquierda tuvieran la misma agenda, lo cual riñe con la realidad, y los de derecha no existieran. El sainete continental por lo ocurrido en Perú con la destitución de Castillo tras su fallido golpe es muestra que estamos lejos de una unidad así sea entre los gobiernos de izquierda. La inhabilidad de fijar posturas comunes frente al rompimiento democrático en Venezuela y Nicaragua a pesar de haber aprobado todos los países la Carta Democrática Interamericana, es otra demostración fehaciente de un continente a la deriva geopolítica.

Entre tanto la Alianza del Pacífico, creada sobre principios pragmáticos de comercio y cooperación ha sido, hasta ahora, un ejemplo de éxito, al igual que su antecesora de décadas, el Pacto Andino, ambas con el protagonismo pragmático de Colombia. Podrían servir como ejemplo a seguir.

La llegada de Lula al poder en Brasil el próximo 1° de enero, con un margen de maniobra, económico y político, mucho más reducido que en su versión anterior, augura nuevas sacudidas geopolíticas. ¿Cómo será su relación con AMLO y su súbito activismo regional? ¿Buscará revivir el insepulto cadáver de UNASUR, organismo de su inspiración en el que Colombia nunca encajó?

Quizás acercándonos al bicentenario del fracasado Congreso Anfictiónico, llegó el momento de construir una integración latinoamericana, aprendiendo de los errores del pasado. Tarea compleja en un continente que pareciera no querer aprender.

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