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Como si aquí no hubiera suficientes problemas, la próxima semana se llevará a cabo en Bogotá la cumbre del grupo de La Haya, una agrupación, confabulación podría decirse, de países del “sur global” establecida por la Internacional Progresista (busque en Google) con el único fin de “linchar” a Israel.
Este grupo conformado por Bolivia, Cuba, Honduras, Senegal, Sudáfrica, Malasia, Namibia y Colombia busca según su proclama fundacional hacer cumplir fallos de la Corte Internacional de justicia y de la Corte Penal Internacional. Anuncia que impedirán el traslado de armas a Israel, que cerraran sus puertos a navios que transportan combustible al Estado Judío si este puede ser utilizado para “cometer o facilitar violaciones del derecho humanitario y del derecho internacional de los derechos humanos”. Han anunciado que implementarán las órdenes de captura emitidas por la CPI, actualmente en revisión, contra el primer ministro y el exministro de defensa de Israel. Estos Estados declaran que harán uso de todo su poder (sic) para “poner fin a la ocupación israelí del Estado de Palestina y eliminar los obstáculos a la realización del derecho del pueblo palestino a la autodeterminación”. Las armadas de Belice y Bolivia ya tomaron las medidas del caso para prevenir el atraque de buques camino a Israel.
Para este grupo, cae por su propio peso, no existe el terrorismo de Hamás, ni el infame uso que esta organización hace de la población palestina de Gaza como escudo y como herramienta propagandística, ni las ejecuciones públicas en la franja de opositores. ni la masacre del 7/10/23, ni los ataques no provocados a Israel por parte de Hezbollah, Irán, Los Hutíes y otros proxis proiraníes. Tampoco es para este grupo, con su rimbombante nombre, Israel sujeto del derecho internacional.
Para la longeva dictadura cubana, ávida de algún tipo de protagonismo internacional, este grupo le cae de perlas, pues los no alineados, su otrora gran escenario, fenecen sin haber sido enterrados. La política exterior de la Republica Plurinacional de Bolivia hacia el Medio Oriente es dictada por Teherán, lo cual ha desatado enfrentamientos diplomáticos y judiciales con Argentina por el caso AMIA. Honduras, tras la masacre del 7 de octubre, adquirió material militar de Israel y mantiene su embajada en Jerusalem. Namibia, que ha llamado al boicot sostiene un fluido y cuasi-secreto comercio de diamantes con Israel, uno de los mayores talladores del planeta.
Sudáfrica por su lado, a pesar de haber llevado el caso de “violación de la convención contra el genocidio” a la Corte Internacional de Justicia, mantiene lazos diplomáticos e interlocución con Israel, algo que lamentablemente nuestro país perdió tras el rompimiento de relaciones diplomáticas con Jerusalén.
En la declaración fundacional del Grupo de La Haya no aparece por ningún lado la búsqueda de una solución pacífica al conflicto Israel-Palestina, ni hace referencia a las múltiples resoluciones del Consejo de Seguridad que llaman a la solución de dos Estados y fin del terrorismo. Convierte este grupo el conflicto en un juego de suma-cero con lo cual no aporta absolutamente nada a la búsqueda de una paz entre los dos pueblos y al no condenar el terrorismo palestinos lo avala como una forma legítima de lucha, ignorando el pernicioso daño que este le ha hecho al mismo pueblo palestino que los miembros del grupo de La Haya dicen defender.
Esta próxima cumbre en Bogotá no será más que una larga lista de condenas, rechazos, llamados y vacuas declaraciones, nada que aporte algo a la paz y convivencia entre los dos pueblos. Además, consolida la conversión de posturas personales alejadas del interés nacional en la política internacional de Colombia.
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