El nuevo (des)orden mundial

Marcos Peckel
22 de febrero de 2023 - 05:02 a. m.

Cuando se trata del mundo geopolítico, podemos hablar de un orden ordenado, un orden desordenado, un desorden ordenado o un desorden desordenado. Sin duda, la invasión de Rusia a Ucrania constituye un golpe de gracia al orden existente, que ya venía desordenado y abre una nueva era en la que lo único que se vislumbra es incertidumbre en medio de aguas turbias.

Se pensaba que las guerras entre Estados habían desaparecido, que los países no arrebatarían por la fuerza territorio soberano de otro, que la integridad territorial era intocable y que el derecho internacional estaba diseñado para proteger la soberanía de los Estados. Apareció Putin pretendiendo, como lo manifestó en su famoso discurso identitario, “tragarse” a Ucrania, echó por la borda todo lo anterior y desnudó la fragilidad del orden.

Pudo haberse salido con la suya, si no fuera por las penosas deficiencias de sus fuerzas armadas; la feroz resistencia que opuso Ucrania en los primeros días de la guerra, que evitó la caída de Kiev, y la figura de Zelenski, que se creció en medio de las circunstancias, convirtiéndose en héroe de talla mundial.

En respuesta a la agresión, y quizá para sorpresa de muchos, se fortificó la unión de Occidente y sobrevino el renacimiento recargado de la OTAN con un nuevo sentido de misión, reflejado, entre otras, a través de la masiva entrega de ayuda y armas a Ucrania para enfrentar una guerra, cuyo final no se vislumbra ni es predecible.

Pensando con el deseo, se hubiera esperado que los países amantes de la democracia y el respeto por la soberanía hubieran también condenado inequívocamente la invasión, pero no fue así. Sacaron el ábaco, hicieron sus cálculos y determinaron que era mejor no tomar partido: entre otras, democracias como India, Brasil, Israel y México.

Países europeos que vivían tranquilos sin pensar en su seguridad entendieron que lo de Ucrania era también con ellos. Las neutrales Suecia y Finlandia corrieron a las puertas de la OTAN, si es que Erdogan las deja abrir, y una Alemania algo timorata al comienzo finalmente ha aceptado enviar a Kiev algo de su más sofisticado armamento. La guerra ha demostrado la gran superioridad del armamento occidental sobre el obsoleto ruso.

Por el lado de Putin, es difícil no concluir que su aventura ha sido un completo fracaso. Si bien las sanciones económicas han tenido un efecto relativo, Rusia es un país aislado, sus ciudadanos lo sufren a diario y todo vestigio de democracia ha sido eliminado. Putin, entregado a los brazos de Xi Jinping, haría a Stalin revolcarse en su tumba. Al blandir su capacidad nuclear, cuyo uso no se debe descartar, Putin quiere aparecer, tras los reveses, como quien tiene la sartén por el mango.

En algún momento la guerra terminará y de su resultado dependerá en buena medida el nuevo orden o desorden mundial. Una victoria rusa, cualquiera que sea su faz, sería una catástrofe para el mundo libre. ¿Logrará la alianza occidental detenerlo? Hay mucho en juego.

El nuevo (des)orden mundial

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