Irán contra  la primavera

Marcos Peckel
06 de noviembre de 2019 - 03:00 a. m.

Líbano e Irak han sido en las última semanas escenario de gigantescas manifestaciones del pueblo, el pueblo de verdad, de todas las vertientes  religiosas y étnicas, contra sus gobernantes, corrompidos, aislados de la gente,  quienes  han azuzado los conflictos  sectarios  para mantenerse en el poder. Estamos siendo testigos de la primavera árabe 3.0.

La primera estalló en 2010 con resultados nefastos;  Siria, Yemen y  Libia  estados colapsados y Egipto que  dio un giro de 360 grados para volver al régimen militar.  Túnez que ha encontrado el camino a la democracia  e inclusión es la admirable excepción.  La segunda ola de la primavera en 2018 aun en desarrollo, dio al traste con los  dictadores de Sudán y Argelia, sin embargo los ejércitos en ambos países se aferran al poder a como de lugar. 

Líbano e Irak tienen gobiernos controlados en mayor o menor medida por Teherán. En el caso del país del cedro, la organización terrorista Hezbollah, con una milicia mucho mas fuerte que el ejército nacional,  hace parte del gobierno, mientras que en Irak, tras la derrota de ISIS, las milicias shiitas -unidades de movilización popular- adscritas igualmente a Teherán y los políticos shiitas mandan,  y son el blanco de las masivas protestas.   

Ambos países, Líbano e Irak,  sufren serias deficiencias de gobernanza, corrupción, sectarismo, protuberantes falencias en los servicios públicos, cortes de electricidad, rampante desempleo,   basuras sin recoger y  esperanza robada a su población mas joven.

Enardecidos manifestantes han dirigido  su furia contra Irán a quien  responsabilizan de “controlar el país” abriendo una vez más la histórica brecha entre los shiitas árabes y los shiitas iraníes.  Imágenes del líder supremo iraní, Ali Sayed Khamenei han sido presa de las llamas y el consulado persa  en la ciudad sagrada de  Karbala fue atacado por  manifestante que entonaban consignas  contra Irán y contra el gobierno proiraní en Bagdad. En Líbano,  las “camisas negras“ de Hezbollah han atacado en motos a manifestantes  lo que ha conllevado  a enfrentamientos  con el ejercito libanes que goza de alta  estima  entre la población. 

Para Irán estas protestas ponen en jaque su domino  sobre estos dos países por lo que Teherán no permitirá que sucedan cambios  en el poder que puedan amenazar su hegemonía, así tenga que usar violencia extrema. Los aproximadamente 250 muertos en Irak le son atribuidos a milicias proiraníes.  En su honor los pobladores de Nayaf, otra ciudad sagrada de los shiitas, cambiaron el nombre de una avenida  “Ayatola Khomeni” -líder de la revolución islámica en Irán,   a “mártires de octubre”. 

Para el régimen de los ayatolas que  sometió a sangre y fuego  las protestas en su contra  en 2009 tras el fraude electoral que despojó de la victoria presidencial a Mir Hosein Musaví, Irak y Líbano son el bastión de su coraza shiita que incluye a una incierta Siria entre los dos. No los dejará ir, haya que hacer lo que toque.    

 

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