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Por estos días, como ocurre casi todos los años, la Semana Santa cristiana coincide con la pascua judía, la festividad de Pesaj, palabra hebrea que significa ‘saltar sobre’, en alusión a la última de las 10 plagas, la muerte de los primogénitos egipcios, librando a los hebreos de esa suerte. Tras esa plaga, la última de las 10 que azotaron Egipto según la narración bíblica, el faraón permitió la salida de los hebreos que por 400 años habían sido esclavos del reino.
La festividad de Pesaj, también conocida como la fiesta de la libertad, es el pilar de la memoria histórica del pueblo judío, un pueblo que se forja tras la salida de Egipto, hace unos 3500 años en el monte Sinaí, cuando, liderados por Moisés, esos esclavos recibieron de Dios los 10 mandamientos y la Tora (pentateuco) y comenzaron su peregrinaje hacia la tierra prometida enarbolando una identidad, creencias y unos principios de convivencia esenciales para la cohesión del colectivo. Los mandamientos son uno de los grandes legados del pueblo judío a la humanidad.
Desde entonces, la festividad de Pesaj en diversas formas y manifestaciones es conmemorada por los judíos tal como lo menciona el libro de Éxodo, capítulo 13: “Y le contarás a tu hijo lo que Dios hizo por nosotros para salir de Egipto”. Este pequeño fragmento del antiguo testamento constituye la base de la memoria colectiva del pueblo judío.
La coincidencia de Pesaj con Semana Santa está lejos de ser una casualidad. La última cena de Jesús previa a su crucifixión fue según lo evidencian los evangelios de Mateo, Lucas y Marcos una cena de Pesaj, pues tanto Jesús, descendiente del rey David, como sus discípulos, profesaban la fe judía. El día mismo de Pesaj del año 33, Jesús fue llevado a la cruz por los romanos, gobernantes entonces de la tierra de Israel. Avatares de los ajustes estacionales a los calendarios hebreo y gregoriano hacen que algunos años las dos festividades no coincidan.
Pesaj celebra la libertad, esa que ha sido por siempre un valor supremo del pueblo judío. Lo ha sido durante los 3500 años de trasegar por el planeta en los que hemos creado nuestro antiguo reino en la tierra de Israel, orado en nuestro templo en Jerusalem, sido exiliados por los romanos en el año 70, y sobrevivido como colectivo contra todos los pronósticos. La libertad ha sido nuestro faro en periodos que hemos sufrido penurias y persecuciones, al igual que en aquellos que hemos prosperado.
La celebración de Pesaj se hace igual en todos los lugares del mundo donde hay judíos, en los cinco continentes, en decenas de países, centenares de comunidades, bajo diversos entornos políticos, culturales y lingüísticos. Se recuerda el funesto capítulo de la esclavitud, la salida a la libertad y el arribo a la tierra de Israel. La cena de Pesaj, llamada “seder” en hebreo, con sus viejas tradiciones culinarias y litúrgicas culmina con la frase “el próximo año en Jerusalem”, sueño que los judíos nunca perdieron y se hizo realidad en 1948 con la creación del Estado de Israel.
Este año en las casas donde se celebró el seder se dejó una silla vacía en honor a los 59 rehenes judíos en poder de Hamás hace más de 500 días. Para los judíos sus tradiciones nacen de la realidad y se mantienen por siempre en la memoria colectiva.
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