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Verdaderamente lamentable que dos antiquísimas civilizaciones, con milenarios episodios de convivencia, se enfrenten en una guerra debido a que el régimen de una de ellas, Irán, ha determinado que su misión ideológica es destruir a la otra, Israel.
Fue el emperador persa Ciro el Grande quien en el año 539AC emitió un edicto que permitía a los judíos retornar a “Judea y Jerusalem” tras haber sido exiliados por los babilonios. Jerjes, hijo de Darío el Grande de la misma dinastía Aquemida, contrajo matrimonio con una prominente judía, Esther, cuya tumba en Hamadán, Irán es hasta el día de hoy lugar de peregrinación de mujeres de todas las fes para pedir por la fertilidad. Moshe Katzav, nacido Musa Qassab en Irán, fue el octavo presidente de Israel entre 2000 y 2007.
Durante los años del Sha Reza Pahlevi las relaciones entre Teherán y Jerusalem fueron amistosas y extensas. Irán fue uno de los principales proveedores de petróleo a Israel, había gran cooperación en seguridad, vuelos diarios entre Teherán y Tel Aviv e intercambios académicos. Irán fue asiento de una gran y prospera comunidad judía.
Todo terminó de manera abrupta tras la revolución Islámica en 1979. El Ayatola Ruhoallah Jomeini erigió a Israel como enemigo del Islam acotándole el moquete de “pequeño Satán”, siendo Estados Unidos el “gran Satán”. Sin embargo, Israel fue uno de los pocos países que apoyó con armas a Irán en su guerra contra Irak, 1980-1988.
La “destrucción del ente sionista”, “extirpación de ese cáncer”, “borrar a Israel del mapa”, se enquistaron como los “grito de batalla” del régimen. Dada la distancia de 1700 kilómetros que separa a los dos países, Irán estableció sus proxis en las fronteras de Israel desde donde atacaban al Estado Judío sin consideración alguna por la población local. Tal es el caso de Hezbollah en Líbano o la Yihad Islámica y Hamás en los territorios palestinos.
Ante las reiteradas amenazas de destruir a Israel, el programa nuclear iraní y el desarrollo de sofisticados misiles representan, o representaban, una amenaza existencial al Estado Judío, exacerbada por las reiteradas violaciones del Acuerdo de no Proliferación por parte del régimen iraní. Los ataques indiscriminados con misiles balísticos contra objetivos civiles por parte de Irán en la presente la presenta guerra, quizás la primera entre dos países que no comparten frontera,validan los temores de Israel.
La brutal masacre del 7 de octubre de 2023 de Hamás en Israel, seguida de los ataques por parte de Hezbollah, Houties, milicias chiitas iraquíes y lanzamiento de misiles desde Siria y desde el mismo Irán en abril y octubre del año anterior se constituyeron para Israel en una guerra de supervivencia, cuyo capítulo final se está librando en estos días directamente con Irán y que al escribir estas líneas parecía haber concluido.
Israel, en completo control de los cielos iraníes, ha demostrado una extraordinaria capacidad militar y de inteligencia, ha doblegado a los proxis iraníes en Gaza y Líbano, ha sido el catalizador de la caída de Assad en Siria y desnudó la debilidad de la República Islámica asestándole golpes precisos a los pilares del régimen y a su programa nuclear. El ataque de Estados Unidos a tres reactores nucleares iraníes constituyen, por ahora, un golpe de gracia al programa nuclear bélico de Irán.
Israel se consolida como la gran potencia militar de la región, lo cual es de esperar se traduzca en un pronto final de la guerra en Gaza, la liberación de los rehenes y victorias diplomáticas y políticas para Jerusalem, incluido el premio mayor: relaciones con Arabia Saudita.
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