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En español existen palabras o locuciones que son similares a otras y que, por lo tanto, es posible que se usen de forma intercambiable. Sin embargo, en ocasiones hay diferencias, incluso sutiles, que nos pueden poner ante expresiones definitivamente distintas entre sí. Es el caso del verbo «faltar» y la locución «hacer falta». Mientras que lo primero muchas veces indica que algo no está donde debería, generalmente una cosa o una persona con la que se completa un conjunto («falta un niño en el salón»), lo segundo hace referencia a lo que es necesario o requerido en una determinada situación: «Hace falta ser padre para entenderlo». Por lo mismo, creo, decirle a otra persona «me haces falta» es equivalente a decirle «eres necesario/a en mi vida».
Veamos un ejemplo más ambiguo. Con «falta tu firma» puedo estar diciendo que, en un conjunto de varias firmas, hay una que no está, o sencillamente que debería estar, pero no es así. «Hace falta tu firma», por otro lado, tiene la connotación de que es lo único pendiente, lo necesario, para dar por concluida, digamos, una carta escrita por una sola persona o cerrar un contrato que se firma entre varias.
Al respecto, por cierto, el Diccionario panhispánico de dudas nos recuerda que debe haber concordancia: «Hace falta destreza para cumplir esa tarea», pero «hacen falta trabajadores para cumplir esa tarea».
