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Terminada mi licencia de maternidad, regreso muy contenta a mi columna semanal. Por supuesto, durante estos meses me dediqué a pensar en asuntos relacionados con esta nueva etapa, que, como todo lo humano, tiene una estrecha relación con el lenguaje.
Por ejemplo, me he encontrado a menudo con el neologismo «maternar», defendido por muchas personas y rechazado —incluso odiado— por otras. ¿Para qué ese término, si ya tenemos otros como «criar»?
Para empezar, es verdad: «maternar», aunque evidenciado entre los hablantes al menos desde el último tercio del siglo pasado, según la Real Academia Española (RAE), no está documentado en el Diccionario de la lengua española (DLE) porque su uso «está poco extendido». Eso no quiere decir que sea incorrecto (la misma RAE lo dice), que no pueda llegar a dicho repertorio ni que no se encuentre en otras obras, como el Diccionario del español actual. Este último lo define así: ‘Cuidar como madre’. Del heterónimo «paternar», tenemos ‘Cuidar como padre’. El DLE, vale la pena decir, sí recoge «maternizar»: ‘Conferir propiedades de madre’. Muy distinto.
«Maternar», escribió Ashley Zhang para el Instituto Cervantes, no necesariamente se refiere a cuidar hijos o hijas, sino que se puede maternar a otras personas (lo que dota a la palabra de una connotación negativa). La autora muestra, además, cómo palabras similares existen o se han documentado en otras lenguas, como el inglés o el francés.
Finalmente, coincido con la conclusión de Zhang. En sociedades profundamente machistas y patriarcales, no debería parecernos extraño que haya surgido la necesidad de visibilizar, por medio de palabras como «maternar» y «paternar», el cuidado que tradicionalmente se ha esperado de una madre y que ahora con más intensidad que antes se reclama a los padres. «Cuidar» no parece una palabra suficiente en un sistema que sigue siendo profundamente desigual. ¿Qué opinan ustedes?
