Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
A propósito de Día de la Pizza (9 de febrero), la Real Academia Española (RAE) recordó en redes sociales, una vez más, que «pizza» (pronunciado [pítsa]) se escribe entre comillas o con cursiva por tratarse de un extranjerismo, que, además, no se puede adaptar como otros debido a que la secuencia «-zz-» es impropia del español. No conozco, sin embargo, ni a una sola persona que lo escriba así.
El asunto nos pone de nuevo ante una situación incómoda: cuando la norma y el uso están en completa desconexión. Más aún, hay personas que tildan de incoherente el hecho de que «pizza» deba escribirse así, pero «pizzería» o «pizzero» no. La explicación académica es que «los derivados por sufijación de los extranjerismos crudos», como los mencionados, «se consideran formas adaptadas porque en ellas se aplica la morfología propia del español y, por ello, se escriben en redonda», es decir, sin comillas ni cursiva.
Ahora bien: ¿cómo adaptarla? La opción más probable es «piza» (pronunciado [písa]), como ha sucedido con otras palabras provenientes del italiano: «carroza», «bizarro», entre otras que menciona la RAE. Si eso sucede, a su favor estaría que muchas personas ya pronuncian la palabra así, [písa]. Lo malo sería que dicha grafía probablemente tardaría en asentarse o nunca lo lograría, como ha pasado con adaptaciones como «bluyín» o «güisqui». Otros, como «piyama», resultan menos controversiales —pues nadie en América pronuncia «pijama»—, pero de todas maneras cuestan trabajo. Cuéntenme qué adaptaciones impopulares usan o cuáles se rehúsan a adoptar.
