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Cubrir la violencia sin amplificarla

María Alejandra Villamizar

18 de febrero de 2025 - 12:00 a. m.

En una charla sobre el periodismo, en el reciente día que nos recuerda cada año nuestros retos y desafíos, me atreví a decirles a los jóvenes que hoy cubren los fenómenos de violencia y que, en consecuencia, están obligados a tener fuentes dentro de los grupos criminales, que yo tomé la decisión de no volver a entrevistar a ningún actor armado.

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Les conté que, en los 30 años que llevo ejerciendo en diez diferentes redacciones de medios de comunicación, entrevisté a muchos. Quizá a los que fueron los protagonistas de una etapa definitiva de la historia del conflicto. Les conté que cubrí los procesos de paz desde 1996 y que tengo una bitácora de viajes, registros, fotografías, conversaciones y lecturas que, con el paso del tiempo, se convirtieron en un insumo clave para comprender la complejidad de la apuesta por la paz. Pero afirmé de manera espontánea y, para mi propia sorpresa, que, aunque mi convicción sigue estando firme, ya no pasa por abrir el micrófono a personas —la mayoría, hombres— que siguen reclutando jóvenes para guerras que no existen y reforzando discursos que no tienen piso. Agendas recién fabricadas como malas copias de las que por décadas nos importaron porque definieron las agendas gubernamentales, las políticas de inversión pública, la ayuda norteamericana y marcaron la suerte de los dirigentes políticos del país. Las guerras del siglo XX.

Cuando decía esto, pensaba con pánico si me contradecía y, sobre todo, si con esas afirmaciones alguien podría interpretar que estaba entrando en la franja lunática de los que nunca creyeron en las negociaciones de paz. Ya una vez, hace casi dos años, le dije al ELN que “no sería eterno”, y el comandante Antonio García me quiso descalificar comparándome con Vicky Dávila, pero, como quedó dicho en ese momento, muy lejos está mi decisión de las afirmaciones electorales de la experiodista sobre estos asuntos.

Mi consideración va en el sentido de ver cómo, por ejemplo, Álvaro Jiménez, el asesor del comisionado Otty Patiño, conocido por todos y estimado además, se sienta solo en medio de una hilera de hombres armados del cartel del Clan del Golfo, que ahora se bautiza “Ejército Gaitanista de Colombia”, a reflexionar en un video público. Una negociación imposible en esas condiciones solo desacredita la salida negociada, y esto no podía pasar en este gobierno, en el que se suponía que el entendimiento del conflicto iba a ser mayor que en cualquiera anterior. Hoy cada grupo parece más inventado que el otro; crecen reclutando niños que no saben ni a qué grupo ingresan porque apenas están pensando el nombre. Son fenómenos de grupos criminales a los que solo hay que quitarles el incentivo del dinero.

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Y ya que viene la campaña del 2026 y se instalará con vehemencia el vibrato del repetitivo discurso populista de “más bala”, pues no. La bala no lo ha resuelto ni en los momentos de mayor poderío militar ni lo va a resolver ahora que ni siquiera hay con qué. Lo que sí hay es una sociedad inmóvil, que ve improvisar a unos armados que crecen y que siguen comprando armas, matando gente; a un gobierno sin plan de paz y a una sociedad inmóvil que ve cómo, en las zonas de siempre, los de siempre siguen intentando sobrevivir.

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