Lo que más le ha divertido es dar de qué hablar. Y lo disfruta más cuando en el horizonte se vislumbran tormentas, tsunamis, terremotos, avalanchas. Es entonces cuando se crece y entra en acción. Su cabeza funciona como un centro de sensores que identifican las amenazas y las oportunidades. Crea salidas de emergencia que nadie antes supo que existían. Solo a él le funcionan, entra y sale por ellas a su antojo.
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Sus respuestas ante la adversidad al comienzo fueron intuitivas y luego puestas a prueba como experimentos sociales —ensayo y error— que le enseñaron que siempre hay una ruta de solución, de escape.
Los demás no alcanzan a reaccionar ante la velocidad de sus movimientos; por lo tanto, ya cuenta con el tiempo a su favor para hacer lo que le da la gana, con la ley o contra ella, con palabras de empatía o con total desprecio y antipatía. Igual siempre logra, como los gatos, caer de pie.
Vive sin complejos, como si en su mente los demás no existieran y aun cuando ostenten riqueza, poder, títulos, togas, banderas o condecoraciones, para él son pequeños seres menores a los que podrá despescuezar sin recato.
Creció en medio de la jungla privilegiada con un apellido que le dio acceso ilimitado y allí le alcahuetearon la desfachatez. Por décadas, sus contactos de cuna le sirvieron de escudo infalible para sobrellevar sus excentricidades y poco le han valido los llamados a la cordura que le anuncia la vida con frecuencia.
Es un ser de esta sociedad, una creación doméstica de valores y alcances sin límites. Es un ejemplo de que la ley del más vivo sí funciona. Le resbalan las lecciones de moral o de ética, incluso de humanidad. Ha conseguido montar una vitrina de trofeos femeninos porque enamora a mujeres guapísimas que exhibe y que se dejan exhibir incluso ocultando el ojo morado que ha producido el abuso del guache. Difícil imaginar cómo lo logra. Imaginamos que da miedo.
Está en lo público, porque se siente con derecho adquirido, y cada cuatro años, renueva sus credenciales con el color que más brille. Son las épocas del engaño. La gente común le genera repulsión, le parecen feos, le huelen mal, le dan asco. Sin embargo, ahí ha estado para representar al pueblo, o para lograr que lo represente quien le garantizará sus necedades y necesidades de los próximos años.
Saca su sombrero y hace trucos de magia con la tranquilidad del buen mago, nadie va a descubrirlo. Una vez recibe los aplausos, se convierte en un acreedor de los triunfos. Sus genialidades entonces suben de precio, se valoriza en el mercado, y crea una dependencia de quien ha sido su objetivo poniéndolo en posición negociadora o, si es preciso, de extorsión o chantaje. Solo él ríe en ese momento. Ríe con carcajadas de loco, porque ese es el sello de su descreencia.
Creará la ilusión que requiera el momento, logrará mover sus fichas, conseguirá socios o socias para ubicarse en el lugar que le sea conveniente. Ningún enemigo le será pequeño, está dispuesto a todo para no salir herido. Amenazará, grabará, filtrará, golpeará, será víctima o villano, pero de cualquier manera su misión es prevalecer.
Y, por lo visto, prevalecerá.