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El uribismo versus el resto del mundo

María Alejandra Villamizar

04 de agosto de 2025 - 12:05 a. m.
“Uribe estará en su casa, con su familia. Sus amigos lo visitarán, harán listas, buscarán los votos”: María Alejandra Villamizar
Foto: Archivo Particular

No hay plazo que no se cumpla, y el largo juicio que enfrentaba a Álvaro Uribe con la justicia un día tendría que acabar. El primer final de este largo libro de más de mil páginas da comienzo a un nuevo capítulo de la confrontación del uribismo contra el resto del mundo.

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Ante los ojos de la ya conocida doctrina uribista, y ante la nueva victimización del prócer, caerá cualquiera que no se pliegue a ensalzar sus proezas, y a resaltar su superioridad. Será rendido bajo las más agudas descalificaciones quien no estampe su nombre en las listas de solidaridad, y quien no anuncie su participación en la revancha, cualquiera que sea, cualquiera que toque.

Que tiemblen los que se quedan callados, que se arrodillen quienes no descalifiquen a la juez, o a la justicia. Que estallen las úlceras de quienes sienten la llegada del comunismo a la puerta de sus casas. Que no quede títere con cabeza en el país del Sagrado Corazón porque ha llegado el designio maligno de la juez Heredia.

Y que no se olviden las maldiciones que llegarán desde los Estados Unidos de América “Great Again”. Los republicanos de la Florida, quienes, como videntes con gafas de cuero ante Maduro, enviarán castigos arancelarios y presagiarán un millón de males, ante esa sensatez casi divina de su líder Trump –también condenado, también culpable– tendrán que rogar por quienes se aparten del fallo, porque sobre ellos caerán visas negadas y serán sospechosos por siempre.

Esta descripción, caricaturesca sí, no dista mucho de la realidad porque es cierto que este juicio ha sido un telón de fondo de una vieja rencilla de la historia política contemporánea: la insurgencia y la contrainsurgencia, la línea mal marcada por las ideologías que separan la paz de la guerra, la búsqueda de la justicia por las víctimas de todos los lados para saldar sus duelos. Esa confrontación de los dueños de la tierra y de los que la ansían, de una clase política que se perpetúa convencida de ser el ombligo del país y se lucra de esa convicción.

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Lo que hay que aterrizar, con el paso de los días, es si esta condena, trascendental sin duda para la historia del país de este siglo, es en realidad lo que le interesa al ciudadano colombiano de hoy. Si en realidad durante los trayectos en el transporte público del día a día la gente del común, que ya poco cree en los políticos y menos en los mesías, consideran que el mundo se paralizó ante la gran injusticia de los malos y si se les debe ir la vida en ello. Me da la impresión de que no será así. Se irán viviendo los momentos que le falten al proceso, apelaciones, prescripciones… Uribe estará en su casa, con su familia. Sus amigos lo visitarán, harán listas, buscarán los votos, y las elecciones tendrán su día, y el país seguirá a la siguiente página, porque es lo que tiene que pasar.

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