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No se metió sino con los estudiantes. Como si el movimiento estudiantil en Estados Unidos tuviera una corta e insignificante historia. El presidente Donald Trump acosa a Harvard para que le quede claro a esta –que es una universidad universal– que el mundo que alza la voz no le interesa y que solo debe servir a los propósitos de su “great nation”. Les notificó con una carta de la Secretaría de Seguridad Nacional –nada que ver con asuntos de Educación– que Harvard no puede matricular más extranjeros porque su presencia está creando focos de terrorismo. Los extranjeros, los nuevos enemigos.
Ya ha pasado antes. Los estudiantes de las más prestigiosas universidades de los Estados Unidos han sido protagonistas en el reclamo de derechos en ese país con enérgicas protestas que se convirtieron en desafíos para los gobiernos de turno. Las más emblemáticas se dieron en el siglo XX. Desde las manifestaciones en la Universidad de Berkeley en 1964, que alzaron las banderas de la libertad de expresión; o en Columbia 1968 contra el Macartismo; las de la Universidad de Kent, Ohio, en 1970 para pedir el fin de la guerra de Vietnam; y así hay muchas protestas de estudiantes contra el despotismo y la coerción de derechos en el mundo; el racismo, el apartheid en Sudáfrica, etc… Y ahora, que la protesta es para detener la matanza de palestinos, aparece la versión Trump en pleno siglo XXI, que ya no solo interviene la protesta, sino que veta a los extranjeros que vinieron a este centro de excelencia y talento global para evitar un posible foco de “antisemitismo y apoyo a China”. Se están pasando Trump y sus funcionarios, y así se los hizo ver el juez federal que congeló la orden del veto a Harvard y apoyó la universidad.
Pero lo peor es que no sorprende. Ya es claro que el Trump de este momento, condenado por la justicia y votado por los ciudadanos estadounidenses, llegó a sacudir los pilares de un mundo que ya ha cambiado y que tiene realidades que se le salen de la manos al imperio de Washington. El mismo día que Homeland pidió el exabrupto a Harvard, amenazó de nuevo a la Unión Europea con subir los aranceles al 50 % de las exportaciones. El apostador sigue en su campaña por negociar el mundo entero, y lo que pareciera una serie de torpezas o tiros en el pie responde a un cálculo de cambio de orden global, que hay que creerse porque logrará asustar a más de uno. Pero es posible que no lo logre con los jóvenes, sin importar su nacionalidad. Los estudiantes y las universidades tienen fuerza para resistir. A pesar de que el mundo se ha doblegado a las manipulaciones de la ultraderecha, que pretende restar libertades y aplacar sublevaciones humanas, el pensamiento, las ideas y las conquistas alcanzadas son como un tsunami que Trump está provocando. Los jóvenes ya saben de qué es capaz, y seguro comenzarán a lo largo y ancho de “su América” a exigir respeto, autonomía, libertad, diversidad, valores que ya han conquistado y que un tarado como Trump no les va arrebatar.
