“Una oportunidad de mostrar al mundo todas las maravillas que Ecuador puede ofrecer”.
Esta es la frase con la que inician las promociones de una de las ferias de turismo más importantes del mundo, que comenzará en nueve días en Madrid, en la que participan 130 países.
Para ser el socio central o el país invitado en estos eventos globales se paga una gran cifra y el giro se hace mucho tiempo antes de que inicie esta cita anual de la industria del sector, que mueve miles de millones de dólares cada año. Ningún evento sobreviniente puede hacer que se devuelva el dinero ni cambiar la decisión de otorgar el protagonismo a una nación.
Según datos de la Asociación Nacional de Turismo (Anato), en 2022 —aún no está el consolidado del recién terminado 2023— el turismo aportó el 7,6 % del total de la economía global; esto representa US$7,7 billones. Recuperarse de las pérdidas que dejó la pandemia en este sector es un propósito en el cual no se puede desfallecer y por eso Ecuador hizo la tarea para ser el protagonista de 2024. Habría solo que imaginar por las que está pasando Niels Olsen, ministro de Turismo, por estos días en los que el país fue noticia en el mundo gracias a las imágenes de violencia y disturbios que sugirieron la posibilidad de una desestabilización política. Hace apenas tres meses, en la presentación de la feria en España, Olsen, el joven funcionario ratificado por el presidente Noboa, había manifestado que la participación en FITUR le significaría a Ecuador un aumento del 10 % de turistas para el 2024. ¿Cómo mantener la promesa de sus maravillas, en medio de un imaginario de caos y peligro? En eso Colombia tiene mucho por decir.
Pero sigamos con Ecuador. Sin duda, es uno de los países de la región con un enorme potencial turístico, que cuenta con destinos únicos en el planeta como las islas Galápagos, la parte que le corresponde de la Amazonia, los parques nacionales y sus comunidades indígenas. En 2022, entraron a ese país (de 17 millones de habitantes) casi dos millones de turistas, lo que representó para la economía más de 400.000 empleos y US$4.600 millones, un aumento del 43,3 % en su contribución al PIB comparado con el 2021, según el informe del Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC por su sigla en inglés).
Lejos de caer en el pesimismo y el desahucio, Ecuador tendrá que persistir en el turismo como una industria en crecimiento y fuente de ingresos, equilibrando el relato de la inseguridad con el de la fortaleza institucional y sumándoles valor a sus tesoros para contrarrestar el desquicio del lumpen, la delincuencia, las mafias y los grupos criminales que amedrentan a los ciudadanos y protagonizan escenas de película, que en segundos se ven en los teléfonos y las televisiones de todos los lugares del planeta.
La industria del turismo sabe sortear estas tempestades. Colombia, que es el reino de esa naturaleza de contradicciones y puede contar muchas de esas malditas casualidades como la que hoy enfrenta Ecuador, sigue siendo uno de los mayores contribuyentes de viajeros a su vecino del sur. Los datos de migración del 2023 lo muestran. Entre enero y noviembre de 2023 salieron 147.015 colombianos con destino a ese país por motivos de turismo, eventos y negocios, lo cual significa un incremento del 32 % al compararse con los mismos meses del 2022 y demuestra que no pasan la frontera solo los malandros, sino miles de personas que a una hora de viaje están disfrutando de las maravillas que no promete sino que tiene Ecuador. Con orgullo las debe seguir promocionando, incluso en estos días en los que en la feria mundial mirarán al país con ojos de convaleciente, pero seguramente tendrá capa y espada para defender lo que debemos hacer todos en América Latina: derrotar a nuestros monstruos y seguir adelante.