La revolución bolivariana se acabó. Si el nombre de Bolívar le sirvió a Chávez para invocar conquistas y reivindicar la dignidad popular, su empeño en pleno siglo XXI no las logró, sino que las quitó. América Latina, en su proceso de modernidad, sigue buscando justicia social, pero ya sin ningún proceso de mesianismo que justifique su permanencia con el enunciado de salvar la patria.
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Pero a Maduro le ha quedado cinismo para hacer de la espera de las actas el último momento de suspenso. Del engaño solo quedará la caricatura. Maduro está aguantando porque del ahogado el sombrero, y el suyo será mostrar algún algoritmo que sume y reste a su favor. Aún así, el golpe definitivo está dado y el desenlace va a producirse.
Las actas ya son inocuas. La oposición venezolana las tiene y son su lanza de batalla, también son su primer escudo y lo sabe, como sabe que solo servirá una negociación que, sin llamarlo derrota, le permita mantener su vida, su plata y la de unos cuantos de su guardia principal. Se dice fácil, pero no hay más ciego que el que no quiere ver.
El mundo democrático ha tomado a Venezuela como la prueba de prevalencia del sistema. Aunque el mundo diplomático nos decepciona una y otra vez, permitiendo guerras, invasiones y genocidios, en el caso de Venezuela la región podría dar una sorpresa y por qué no una lección.
Yo no creo que Brasil, México y Colombia tengan cómo sostener apoyos políticos ni retóricas nacionalistas. A Colombia le conviene que se acabe la guachafita en Venezuela. ¿El ELN pensó en ser el brazo armado de apoyo para defender esa revolución? ¿Mesa de diálogos en Colombia y punta de lanza revolucionario en Venezuela? Ellos siempre tan consecuentes.
Si Maduro no ayuda a la paz, quizás en la transición lo haga la estratégica María Corina, desactivando el pretexto que tiene el régimen para atar a Petro, o a quien sea presidente de Colombia. Las relaciones entre los dos países son necesarias e indispensables. Los grupos armados que en verdad se decidan a negociar —Márquez y los demás traidores del acuerdo del 2016— tendrán que someterse a los diálogos en Colombia.
Hay momentos para todo y muchos ya terminaron.
La única respuesta viable a Maduro es la que, hace años ya, hizo carrera por el entonces rey Juan Carlos de España a Chávez en una cumbre iberoamericana: ¿por qué no te callas?