Arrancó la maratón para la recolección de firmas y, ante la avalancha de precandidatos sin partido político, no será menor la tarea para la Registraduría General de la Nación. La entidad deberá certificar la autenticidad de cada rúbrica para que se conviertan en realidad unas aspiraciones que, salvo algunas excepciones, hasta ahora han sido declaraciones de intención con visos de relatos de ficción.
Quien se decida a buscar la viabilidad de su candidatura por este mecanismo necesita un mínimo de casi 700 mil firmas de colombianos. Y en esta inédita circunstancia que vivimos hoy con la abundancia de postulados, podrían llegar a ser quince o veinte los que recorran ese camino. Si se multiplica setecientas por veinte, la cuenta ronda los 12 millones de firmas. Esto significa que la Registraduría tiene por delante un primer reto enorme de cara a la a elecciones de 2026.
El chequeo de la veracidad de cada forma debe ser minucioso; que el nombre exista; que el número de la cédula corresponda a ese nombre; y que la firma, en efecto, sea la de esa persona y, además, que sí la haya realizado con su puño y letra en la planilla.
¿Tiene sentido semejante proceso de la autoridad electoral? Sí, lo tiene, porque está dentro de la normativa electoral. Sin embargo, hay hechos que cuestionan en sentido de la figura. Si bien, abre el camino a quienes se quieren presentar como independientes, estuvo concebido para unos casos excepcionales, no para esta proliferación de aspiraciones por fuera de los partidos, que antes que tener viabilidad, quieren contar con estas firmas como chequera de negociación.
Sumado a esto hay que tener claro que hay un mercado de firmas. O bien por empresas de logística que recogen firmas sin propósito y luego se las ofrecen a las campañas por paquetes, puede ser 10 mil, 30 mil, 100 mil etc., y cada firma tiene un precio: pueden llegar a costar 2 mil pesos cada una que, en efecto, sea certificada. Otros, en el mercado negro tienen o tuvieron acceso a las bases de datos que ya tienen certificaciones. Y nada de esto tiene penalización, pero borra cualquier representación. Si yo firmo en cualquier formulario, nadie me garantiza que termine dándole el respaldo al candidato de mi preferencia. O lo que es peor, mi firma puede aparecer sin límite en varios formularios, apoyando así a todos o mejor a cualquiera que la compre. Ya ha pasado que algunos no logren llegar al mínimo requerido. No hay firmas pa’ tanta gente.
Habrá, por supuesto, algunas candidaturas que logren las firmas genuinamente, apoyados en la firma digital, y sí, los voluntarios que recorran las ciudades en busca de sus rúbricas, y al final todas dirán que los respaldan miles de colombianos, pero lo claro es que un asunto para revisar en una eventual reforma electoral: grupos significativos de ciudadanos que de por sí son flor de unos meses, o el fortalecimiento de los partidos, que ante el debilitamiento y el desprestigio o profundizan la debilidad de lo que a boca llena llamamos democracia.
En estas semanas seguirá el desfile de los independientes. Ya Claudia López, Mauricio Lizcano, David Luna, Juan Daniel Oviedo, Camilo Romero, Leonardo Huerta y otros menos conocidos que arrancaron ese proceso. Vienen muchos más: Daniel Palacios, Enrique Peñalosa, Mauricio Cárdenas, Vicky Dávila...
La economía electoral se activó y empezará a crecer; ahí no habrá déficit fiscal. Habrá firmas y avales en el mercado de oferta y demanda. La partida ha comenzado.