El próximo 20 de enero se posesiona Donald Trump en su segundo mandato, generando una gran incertidumbre en el mundo. Ganó el pasado 5 de noviembre y desde el día siguiente empezó a enviar mensajes, especialmente hacia afuera, hablando de lo que quiere, cómo lo quiere y con quién lo quiere. Ya aprendió, y sabe exactamente a qué llega.
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Es claro lo que les espera a los norteamericanos en el inicio de este mandato. En primer lugar, buscará consolidar el control republicano del sistema judicial. En segundo lugar, ordenará y presionará para lograr que todos los estados colaboren con las deportaciones de los migrantes ilegales, como el alcalde de Nueva York, que había recibido migrantes pero ahora se ha plegado a sus políticas y ha empezado a evacuar albergues. En tercer lugar, buscará exenciones de impuestos para las grandes compañías e industrias, pues cree que para que prosperen deben tener alivios fiscales. Habrá que ver si le sube los aranceles a China, de donde procede la materia prima para muchos sectores de la industria. En un principio, estos harían muy costosa la producción.
Lo que se ve más complicado es su relación con el resto del mundo. Los anuncios que ha hecho en las primeras semanas sobre subir los aranceles a México, China y Canadá, sobre el Canal de Panamá, sobre Groenlandia o sobre la anexión de Canadá a Estados Unidos son ejemplos de lo que vamos a ver en la política exterior americana.
El tema de los aranceles en el NAFTA, el tratado de libre comercio de México, Canadá y Estados Unidos, se define en las revisiones al tratado. La última entró en vigor en el 2020 y es sometido a revisión cada seis años. Aprovechará la próxima para introducir nuevos aranceles. Veremos si hace los cambios pasando por encima de los reglamentos y procedimientos que contempla en el tratado, amparados por la OMC.
La advertencia sobre el alza de aranceles es un reclamo a Canadá y a México. Según él no han detenido el flujo migratorio y de droga a Estados Unidos en sus fronteras. Con México el factor China también es crucial, ya que lo acusa de permitir a empresas chinas establecerse en México y llegar al mercado de Estados Unidos.
Trump ha explicado su técnica en los negocios: hacer una petición exagerada, que sabe que no obtendrá, para cambiar las pautas de la conversación hacia un nuevo “punto medio” que anteriormente hubiera sido un extremo; utilizar su poder, atemorizar, y así lograr una negociación favorable a sus intereses. Estamos en la primera fase.
En cuanto al canal de Panamá, ha dicho que Estados Unidos podría recuperar el control del canal, quejándose de que Panamá se lo entrego a los chinos; de nuevo su obsesión con China. El respeto por los tratados parece ser irrelevante para su gobierno.
De Canadá ha dicho que le iría mejor económicamente si se anexara a Estados Unidos. Ha sido ofensivo con Trudeau y con el país. La rabia de Trump detrás de estos comentarios es que Canadá no ha aumentado su gasto en defensa y seguridad, y no controla la entrada del fentanilo que llega de México y de China.
Sobre el anuncio de querer quedarse con Groenlandia, parte del reino de Dinamarca, se trata de su interés por los minerales, pues ahí se encuentra uno de los depósitos más grandes de “tierras raras” del mundo, los cuales son importantes para la industria tecnológica, materia prima necesaria para los teléfonos móviles, los computadores, las baterías y para los carros eléctricos… y acá ya se entiende quien está detrás del tema en el equipo de Trump.
Con respecto a Venezuela seguiremos con la incertidumbre hasta el 20. Puede llegar a un acuerdo con el régimen, que Venezuela reciba de regreso a los migrantes y que las empresas petroleras tengan acceso a los negocios de extracción, o puede decidir perseguir a Maduro, poner nuevas sanciones y así reivindica a Edmundo González como ganador de las elecciones de junio, como debe ser el consejo de Marco Rubio, nuevo secretario de Estado.