La elección de Trump traerá, sin duda, una transformación en la geopolítica y geoeconomía mundial. Estamos frente a un rompimiento ideológico del rol asumido por los Estados Unidos en el mundo desde la Segunda Guerra Mundial.
Dentro de lo que ha dicho hasta el momento hay una premisa que tiene muchas repercusiones y es bueno entenderla: America First. No es solo una frase de campaña. Está diciendo: “Vamos a dejar de pensar en lo que pasa en el mundo, para pensar en nosotros”. Esto quiere decir la desconexión de los americanos frente a pilares fundamentales de su política exterior previa, como la expansión de la democracia en el mundo, el Estado de derecho y los derechos humanos.
Se acabó el tema ideológico y de principios, y pasa a una posición pragmática donde una visión de negocios más que de política, que produzca mejores dividendos, es lo que más conviene, dejando atrás si está bien o mal.
Lo que se busca es mejorar las condiciones de “América”, y habrá una revolución en cuanto a su relacionamiento con el mundo, sus socios y sus contradictores. Todo se negocia; este ha sido su modo de vida. Es un hombre de negocios, no un político.
Con la premisa de que todo se negocia es que veremos sus posiciones frente a los grandes conflictos hoy en el mundo, como las guerras en Ucrania y Gaza. Si partimos de ese principio del “negocio”, qué me da y qué le doy, habrá que ver la negociación con Rusia cómo se planteará, donde la democracia en Ucrania y el respeto a los derechos humanos no estarían en la ecuación.
China es el principal reto para Trump: cómo contener el expansionismo chino. El desarrollo de la economía china en los últimos 30 años, a ojos de él, ha destruido la industria americana y los empleos. Para hacer realidad el “América primero”, el freno a China es fundamental.
Frenar la guerra en Ucrania, como lo ha anunciado, tendrá un impacto muy grande en Europa. Lo que primará será evitar el gasto para Estados Unidos en esta guerra. Le transfiere a Europa la responsabilidad sobre Ucrania.
Sobre Venezuela hay una gran incertidumbre de qué harán. Si fuera Marco Rubio el nuevo secretario de Estado quien decidiera, es probable que se dedicaría a sacar a Maduro como fuera, pues lleva 20 años con esa consigna. Pero si es la visión del negocio, diría que lo que molesta a Trump de Venezuela no es la ausencia de democracia o la violación de los derechos humanos sino los migrantes. Si Maduro recibe los venezolanos de vuelta y autoriza a las empresas petroleras americanas a volver, posiblemente quede tranquilo.
En cuanto a la geoeconomía, estamos frente a una ruptura total. El país más importante del mundo, el que lleva años promoviendo el libre mercado, la globalización, la interdependencia y la apertura, de un momento a otro se vuelve nacionalista y proteccionista, y el mundo se tendrá que adaptar a esta nueva realidad.
La palabra clave para él es “aranceles”. Ya se lo planteó a México, a Canadá y a China. El acceso al principal mercado del mundo tiene un precio, y él lo sabe. Puede exigir muchas cosas a cambio. Se lo dijo a la presidenta de México: o cierra la puerta a la migración o los aranceles suben 25 %, y así hará con el mundo entero.
Se cierra un ciclo de Estados Unidos en el mundo y su manera de relacionarse en los últimos 80 años. Los europeos serán los más afectados, no sólo por el cambio de paradigma en lo económico de su principal socio, sino en el sector defensa que no está dispuesto a pagar para acompañarlos en la cruzada por los valores que los habían unido por décadas. Vendrán días muy difíciles, más para el mundo que para los mismos americanos.