En medio de este mundo convulsionado, en las últimas semanas en América Latina tuvimos dos elecciones. Ecuador y Argentina, que enfrentan diferentes y agudas crisis institucionales, celebraron sus comicios y los resultados por el momento plantean más dudas que certezas.
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La situación de inseguridad y violencia que vivimos en América Latina es alarmante: los carteles del narcotráfico operan como multinacionales. Países que hasta hace poco tiempo parecían inmunes a la presencia del tráfico de drogas y la criminalidad que de él se desprende, como Ecuador y, en menor medida, Chile, atraviesan situaciones de inseguridad muy complicadas.
Ecuador vive un momento dramático con una violencia y un control cada vez mayor de los carteles en todo el territorio. El país, por la debilidad institucional y la falta de herramientas para responder a ese fenómeno, enfrenta una situación sin precedentes. Asesinaron a un candidato presidencial, la población está totalmente asustada, y han llevado a que Ecuador, que hasta ahora se había mantenido seguro y tranquilo, se haya convertido en un centro de operaciones de los principales carteles. Nosotros, por nuestra experiencia, sabemos que superar esta situación tomará mucho tiempo.
En este contexto, el 15 de octubre fueron las elecciones presidenciales donde se eligió al presidente que finalizará el período de Guillermo Lasso, quien, ad portas de ser destituido, convocó a elecciones anticipadas. Ese gobierno generó grandes expectativas al ser liderado por un empresario, pero finalmente dejó una profunda decepción.
Daniel Noboa, de 35 años, quien fue congresista por un corto período, sin trayectoria política, ganó por el voto anticorreísta. La gran incertidumbre es saber si este joven tiene las condiciones para implementar políticas de seguridad y los ajustes económicos que les devuelvan la tranquilidad a los ecuatorianos.
De otro lado, Argentina está inmersa en una crisis socioeconómica profunda: la inflación bordea el 138 %, lo que hace casi insostenible la vida para buena parte de la población. A los argentinos que han vivido de los subsidios por más de dos décadas hoy no les alcanza para subsistir. Las medidas que el nuevo gobierno debe tomar para que su economía sea viable serán muy duras.
La campaña electoral daba la impresión de que, independientemente del ganador, Argentina no estaría cerca de salir de la profunda crisis en la que se encuentra. Sergio Massa, ministro de Hacienda desde hace un año, cuyos resultados económicos son desastrosos, le ganó a Javier Milei. Este último un personaje exótico, producto del inconformismo en el que viven los argentinos, con propuestas que generan una gran incertidumbre, y donde su promesa de un cambio radical para acabar con el kirchnerismo es atractiva para muchos, ante el fracaso del gobierno de Fernández. Los argentinos están frente a la decisión más trascendental que han tomado en décadas.
El anuncio sorprendente de la división de la oposición de Juntos por el Cambio, donde Macri y Patricia Bullrich apoyan a Milei y Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal no apoyan a nadie, cambió el tablero opositor.
La gran incertidumbre será si le creen al ministro del gobierno actual, que promete sacarlos del hueco profundo, o dan el salto con un personaje que dice que consulta su política con el espíritu de su perro muerto.